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El Dr. Malito era malito para los números. Cuando amenazó con destruir el planeta con armas nucleares, en la comedia ‘Austin Powers’ de 1997, exigía una suma risible como rescate: “¡Un millón de dólares!”. Uno de sus secuaces lo detuvo:
—Dr. Malito, un millón de dólares no es mucha plata hoy en día.
—¿Ah, no?
—No.
—Ok, entonces pediremos… ¡cien mil millones de dólares!
Al igual que el Dr. Malito, el Gobierno tiene una relación resbaladiza con las cifras. En cierta ocasión, el canciller Álvaro Leyva se descachó por un factor de 1.000 al decir que la frontera colombo-venezolana medía “2’200.000 kilómetros”. Y la ministra de Minas, Irene Vélez, cometió otro error inexplicable cuando afirmó que el déficit del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles era de “10.000 billones”.
Algunos excusan estas equivocaciones como descuidos inocentes, fruto de la presión. Es cierto que todos cometemos errores, y más bajo estrés. Pero en estos dos casos no se trató de simples imprecisiones, sino de desaciertos de varios órdenes de magnitud. Repasemos ese concepto para quienes no lo conozcan o lo hayan olvidado.
El ‘orden de magnitud’ sirve para comparar cifras de manera aproximada, en especial cuando el tamaño relativo es más importante que la precisión. No se requiere una báscula de joyería para establecer que un elefante pesa más que una hormiga. Simplificando un poco, un número positivo es un orden de magnitud mayor que otro cuando tiene un dígito más a la derecha. 84 es un orden de magnitud más que 5. Y 29.347 es tres órdenes de magnitud más que 42.
La utilidad del concepto radica en que una diferencia de un orden de magnitud suele considerarse ‘bastante’. No es igual equivocarse en el detalle de un dato que equivocarse por un orden de magnitud… o más.
Si digo que Lionel Messi mide 1,90 de estatura, estoy revelando que no sé mucho sobre la Pulga, que en realidad mide 1,69. Soy ignorante al respecto. Pero si digo que mide 19 metros –una equivocación de un orden de magnitud–, estoy demostrando no solo ignorancia futbolística, sino un preocupante desconocimiento de la anatomía humana. O de la definición de ‘metro’.
Si digo que mide 190 metros –un error de dos órdenes de magnitud; casi la altura de la torre Colpatria– es porque he ingerido algún alucinógeno. Y si llego a decir que mide 1.900 metros, un desfase de tres órdenes de magnitud, ¿seguiría usted tolerando mi criterio?
Errores de ese tipo no son lapsus. Delatan un desconocimiento de las bases elementales de los temas y las dimensiones razonables de las cosas.
Luego hay errores menos garrafales, pero igual de dicientes. En un debate en campaña, la vicepresidenta Francia Márquez criticó que el sistema privado de pensiones tuviera menos pensionados que el sistema público, cuando esto se explica porque el público es mucho más antiguo que el privado.
Más recientemente, la ministra de Salud, Carolina Corcho, desató pánico al asegurar que las EPS les deben 50 billones a clínicas y hospitales, cifra que le sirvió al presidente Petro para afirmar que “murieron millones de personas al no ser atendidas”. La Supersalud aclaró que no eran 50 billones, sino 23,3, de los cuales buena parte corresponden a deudas corrientes de la operación del sistema.
Dudo que el descache de la ministra haya sido un descuido, más bien un cañonazo intencional contra el sistema de salud para justificar su estatización. Se suma, en todo caso, al inventario de ligerezas numéricas del Gobierno. Ligerezas que, convenientemente, siempre se alinean con sus objetivos políticos.
En el cine eran graciosos los dislates del Dr. Malito. Dan menos risa cuando tocan la salud y el bolsillo de los colombianos de carne y hueso.
THIERRY WAYS
(Lea todas las columnas de Thierry Ways en EL TIEMPO, aquí)
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Quizá lo único positivo de la carestía sea un retorno a la costumbre de reparar las cosas.
Decían que Hernández era el ‘Trump colombiano’, pero quien se le está pareciendo es Petro.
Hay golpes de golpes: los de derecha son condenables; los de izquierda tienen un trato más benévolo.
Lo importante no es hacer la paz con este o aquel clan, sino disolver la pepa de la muerte.
Preparémonos para una explosión en la desinformación, las ‘fake news’, las teorías conspirativas.
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