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Argentina 1985: Colombia s.f. | Columna de Pablo Montoya – https://diariocriterio.com/

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La más reciente película de Santiago Mitre, Argentina 1985, trata el tema de los desaparecidos que dejó la dictadura de Jorge Rafael Videla. Es un filme que, visto en el panorama del cine argentino, tan preocupado por los desgarramientos provocados por los militares, marca una especie de punto alto y de culminación.
Argentina 1985 no solo ahonda en el horizonte social de ese doloroso trauma latinoamericano, sino que logra acceder y convencer al gran público. De ahí los premios que ha recibido en Venecia, en San Sebastián y en Hollywood.
Considero que las películas más inolvidables sobre ese período (que va de 1976 hasta 1983) son aquellas cuyo punto de vista se detiene más en las víctimas que enfrentaron, con valentía y en medio del espanto, los desmanes militares. Por tal razón, conservo una honda simpatía hacia Historia oficial, La noche de los lápices y Garage Olimpo.
La película de Mitre, sin embargo, abre el abanico e involucra al resto de una sociedad activa representada por el abogado Julio César Strassera, sus jóvenes colaboradores y el tribunal que condenó a los militares.
Argentina 1985 no es cine experimental ni vanguardista. Su guion es tan sencillo como eficaz. Y su gran fuerza reside en el magnífico trabajo de actores profesionales. Utiliza, además, un humor fresco y malicioso y una trama basada en el asunto testimonial de quienes sobrevivieron a lo que nunca más se puede repetir.
Lo que ha hecho Mitre y su equipo de trabajo es, en definitiva, un conmovedor homenaje a la memoria. El discurso que lee Strassera, al final, corrobora la pretensión de Argentina 1985 de insertarse a los nuevos vientos que soplan en América Latina de ir a su pasado para esclarecerlo y así tratar de iluminar los sombríos tiempos del presente. Un continente gobernado, desde la creación de sus repúblicas maltrechas, por militares abominables y presidentes incompetentes.
Argentina 1985 es también un homenaje a la valentía de algunas personas. En especial de los abogados, que enfrentaron todo tipo de amenazas y llevaron a juicio a Videla, a Emilio Massera, a Orlando Agosti, Roberto Viola y Armando Lambruschini, máximos causantes de la tortura y desaparición de más de treinta mil personas.
Al ver Argentina 1985, emocionado por las maneras en que ese tribunal civil procesó a los militares, no dejaba de pensar en Colombia. Y me asediaba, incesantemente, la vergüenza y el repudio. Los argentinos, por el trabajo de Strassera y su equipo, por el apoyo del tribunal y por las guisas en que la sociedad civil siguió este juicio, pudieron pasar, en cierta medida, la página de su dictadura funesta. Y ahí está Argentina 1985 para constatarlo a su modo.
Claro que no lograron condenarlos a todos. Muchos fueron increíblemente absueltos. El fascismo de una de las peores derechas de América Latina –aunque no peor que la colombiana, tal vez la más asesina y turbia de todas– no pudo desmontarse. Aún siguen en el limbo del no hallazgo hombres y mujeres que no han sido encontrados. Pero, así sea más simbólico que otra cosa, el país pudo juzgar a Videla y sus secuaces.
En Colombia, en cambio, frente a los más de 180.000 desaparecidos (la cifra, sin duda, es mayor), los más de seis mil casos de falsos positivos (la cifra es, por supuesto, más elevada), los más de ocho millones de desplazados (también esta cifra subirá), ¿qué se ha hecho para que las instancias judiciales lleven a juicio a los principales propiciadores de esta hecatombe nacional?
¿Se ha podido, por ejemplo, juzgar a Álvaro Uribe por su participación en la política de Seguridad democrática? ¿Esa cosa aciaga, creación suya, que dejó el vestigio de los falsos positivos y miles de asesinados y desaparecidos? ¿Y qué ha pasado con su mayor cómplice, el general Mario Montoya? Tampoco mayor cosa.
Al uno se le está juzgando ahora por una fruslería –una manipulación de testigos– si la comparáramos con lo más atroz que hay detrás de los años en que fue gobernador de Antioquia y presidente de Colombia. Y al otro, ahí está dando sus testimonios ante la JEP en los que declara una y otra vez su vil inocencia.
Argentina 1985 es una lección para este país amnésico llamado Colombia. Allá, un grupo de civiles lograron condenar a personajes aparentemente intocables, resistiendo una atmósfera de conminaciones oscuras contra ellos mismos y sus familiares. Aquí, al contrario, la justicia ha sido paquidérmica y está vergonzosamente comprada y cooptada.  Así se haya condenado a algunos militares involucrados en el horror que hemos padecido, no hemos tenido la altura moral ni el valor suficientes para castigar a sus principales responsables.
Un análisis certero de la dura realidad que ha soportado tanto Argentina, cómo Colombia por las desapariciones de miles y miles de personas, bajo gobiernos corruptos; además, con datos escalofriantes, contundentes y valiosos.
Felicitaciones!!!
Por fortuna Pablo Montoya desigue avante con su compromiso de gran escritor. Ahora su opinión y su ficción está afincada en Colombia, lo demuestra La sombra de Orión y estos artículos de orden político e histórico, críticos, con nombre propio, corriendo riesgos y confrontando Por fortuna Montoya no pertenece a la farándula ni al jet set de los divos de la literatura.





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