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“‘Para pasar son cincuenta pesos’ dice el hombre de unos treinta años. Está allí desde temprano como si abriera las puertas de su comercio: lo que hace es abrir un portón que da a una calle en suelo argentino pero el patio de la propiedad se erige sobre Yacuiba o Pocitos boliviana, como la denominan los lugareños”. Es apenas una de las escenas que cuenta la periodista Lucía Salinas en Fronteras, el libro que acaba de publicar y que puede descargarse gratis desde Bajalibros.
En su obra, Salinas eligió mirar una región que pocos miran: la frontera norte de Argentina. Allí viajó varias veces, entrevistó a vecinos, lugareños, funcionarios, ex ministros de seguridad. Encontró embarcaciones improvisadas para el contrabando, botes con motores que muchas veces son robados, paseros que se tirán al río cuando la Prefectura argentina o la Armada paraguaya los detecta.
Vio un Paraná poblado por hombres y mujeres de brazos entrenados para remar rápido entre una costa y la otra y para nadar aún más rápido cuando el peligro y la corriente lo exigen. Piernas entrenadas para, justo después del río, escabullirse por la selva para, una vez más, escaparse de la justicia. Esta larga e intensa investigación periodística culmina ahora con la publicación de Fronteras y del documental que lo acompaña.
Salinas es redactora de la sección Política del diario Clarín, especializada en cobertura de noticias judiciales, y columnista del programa de TN Sólo una vuelta más. Es también autora de Quién es Lázaro Baez y co-autora de Prisioneros. Relatos de la vida carcelaria y Poderosos. Entre la justicia y la política.
A mediados de 2022 la periodista viajó a la región norte de Argentina. “La primera vez que viajé tuve la sensación de estar pisando una tierra desconocida. Así surgió mi primer desafío”, cuenta Salinas a Infobae Leamos.
-¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?
-Como periodista especializada en lo judicial, conocía casos de jueces que en esa frontera, lejos de perseguir e investigar y condenar el narcotráfico, habían sido parte de esas organizaciones favoreciendo con sus resoluciones a organizaciones narco-criminales. La lejanía del accionar de esos jueces a sus órganos de control que mayoritariamente están en la Capital Federal también era algo que hacía ruido, esa distancia que es algo distintivo del territorio argentino. Así que así fue mi primer acercamiento: por conocer casos judiciales que involucraban, nada más y nada menos, que a funcionarios judiciales.
-Fue un libro que sufrió muchas metamorfosis hasta llegar a ser esta versión de Fronteras.
-La primera idea era asociar la frontera norte al delito pero cuando hice el primer viaje volví con otro libro. Cuando uno se acerca a ese territorio es otra la realidad. El mismo lugar te proporciona otras herramientas para intentar comprenderlo. Hay comunidades que viven ahí en la frontera y tienen como rasgos distintivos todo lo que ocurre ahí. Encontré muchas historias de una Argentina que muchas veces nos es desconocida. Siento que Fronteras fue un proceso transformador. En todo este recorrido y en el proceso de escritura fue un proceso transformador.
-¿Y cómo surgió la idea de acompañar el lanzamiento del libro con un documental?
-Pensamos cómo aprovechar al máximo las posibilidades que ofrece el libro digital. Así fue que empezamos con la idea del QR para que haya una galería de imágenes en cada capítulo y ahí pensamos en hacer el documental en base a la estructura del libro. Después ocurrió un proceso extraño pero sumamente enriquecedor: la realización del documental y la escritura del libro se fueron retroalimentando todo el tiempo. Fue un proceso transformador para todos los que fuimos parte. Fronteras puede tener mi nombre por haber tenido la idea y ser la autora, pero la verdad es que todas las personas que participaron hicieron que Fronteras sea esto. Fue un proceso largo y arduo pero sumamente transformador. Periodistas, camarógrafos, editores, fue un enorme trabajo en equipo. La mirada y el aporte de cada uno permitió que encontremos la mejor versión de Fronteras.
-Al leer el libro, llama la atención la cantidad de fuentes, la cantidad de entrevistas realizadas…
-Hicimos más de 50 entrevistas sin contar los testimonios en territorio y las conversaciones en off the record. Eso ya nos da una primera dimensión de la complejidad del tema. No es un tema que podamos abordar desde una sola mirada, por ejemplo, la pata judicial. Necesitábamos la mirada política, la mirada de quienes gobiernan esos territorios, también necesitábamos una mirada que nos ayude a hacer una lectura más transversal y terminamos hablando con antropólogos que se especializan en estudiar esta frontera norte y después los protagonistas de cada historia.
-¿Y qué encontraste en esas personas?
-Cada una de las personas que pudimos conocer en los distintos puntos geográficos de esta frontera, ellos querían contar su historia. Ahí también nos encontramos con funcionarios judiciales que querían dar cuenta de esta problemática. Además, conversar con ex ministros de seguridad y quien está actualmente en esta cartera nos permitió ver las diferencias entre las gestiones. La diversidad de voces busca dar cuenta de este entramado diverso y complejo. Hemos hablado también con curas párrocos que contuvieron a muchas comunidades en situaciones complejas, en grandes escándalos de narcotráfico. Tratamos de entender, a través de todos ellos, lo que ocurre en la frontera norte.
-¿Cómo viviste un trabajo de campo por momentos peligroso, con chalecos antibalas y excursiones por el monte?
-Hay algo inherente al periodismo de investigación que es esta cuestión un poco intrépida. Cuando estamos investigando siempre queremos ir más allá. Hay algo de perseverancia. En este caso, le pusimos el cuerpo a cada viaje. Teníamos que recorrer geografías que nos eran desconocidas con todas sus injerencias climáticas, tuvimos momentos tensos, momentos donde nos preocupamos… Estábamos acompañados con gente que garantizaba seguridad, armamos una red previa de seguridad. En muchos recorridos estábamos sin señal durante horas, entonces teníamos que tomar ciertas precauciones porque es un terreno complejo y, en algunos puntos, muy caliente. Todo ese recorrido nos enriqueció. La experiencia geográfica es impactante.
-Para el libro y el documental hablaste con muchas personas que trabajan de pasar mercadería de un lado a otro de la frontera, comúnmente conocidos como “paseros” o “bagayeros”, ¿cuál fue la enseñanza de hablar con estas personas?
-Son personas que realizan un esfuerzo físico enorme. Con altas temperaturas, pesos en su espalda, caminan kilómetros por el monte. Para muchas personas es la única forma de tener dinero para comprar comida para su familia esa noche. También descubrimos que muchas comunidades se sienten más hermanadas con los países vecinos que con el resto de su país, tiene que ver con la idiosincrasia de estos lugares.
-¿Y qué lectura hacés de esto que observaste?
-Hasta que no se mire al norte del país de otra manera, hasta que no haya un plan integral que genere fuentes de trabajo genuinas, la gente va a seguir viviendo de esto. Como nos decía un fiscal en Aguas Blancas, “nosotros tenemos hasta tercera generación de bagayeros”. Hay un momento donde el comportamiento delictual se volvió cotidiano y se convirtió en un factor cultural. ¿Cómo lo combatís? ¿Cómo le decís a esa persona que lo que está haciendo está mal? Posiblemente sabe que lo que está haciendo está mal pero vio a su padre y a su abuelo vivir de eso. Es una deuda de la democracia, de todas las administraciones que han pasado. Un hombre con el que conversé en Orán me dijo: “Hace más de 30 años que hago esto y hace 30 años que no veo que alguien haya dado una respuesta. Espero que algún día alguien se acuerde del norte”.
-¿Cuál es la situación, hoy en día, en la frontera norte del país?
–La frontera es una tierra de nadie. Me parece que esto debe interpelar a las autoridades. No puede seguir siendo la respuesta: “Es complejo”. Ya sabemos que es complejo, ¿pero cuál va a ser el plan? Son ciudadanos argentinos que al final del día consiguen alrededor de $15.000. Hay conciencia de lo que pasa pero sostienen que no hay otra cosa. Hay que ir a buscar la oferta y la demanda. El pasero, el bagayero, son el eslabón más débil. Hay responsabilidades institucionales. En todos estos puntos he visto una gran ausencia de estas responsabilidades institucionales. Muchos de estos vecinos con los que charlamos se sienten invisibles y esta invisibilidad también te vuelve muy difusa la idea del delito posiblemente: ¿quién me está mirando?
-¿No hay ningún plan desde el Estado para generar trabajo decente en la región?
-Yo sostengo que Fronteras abre más interrogantes que certezas. Lo hablamos con las autoridades. Lo dicen los ciudadanos y los intendentes: hasta que no haya un plan integral que genere fuentes de trabajo genuinas la gente va a seguir con esto. Hay comunidades que terminan siendo rehenes de estas organizaciones criminales. Porque estas organizaciones se aprovechan de la vulnerabilidad de las personas: saben que no hay trabajo, saben que dependen de que ellos los usen para mover sus mercaderías y el rédito económico es de quien pide y de quien envía, no es de quien traslada.
-En el libro te ocupás del crimen de Liliana Ledesma, quien fue asesinada el 21 de septiembre de 2006 luego de que denunciara el cierre de caminos vecinales con el fin de liberar zona de frontera para actividades vinculadas al narcotráfico. Ledesma recibió siete puñaladas, una le cortó los labios.
-Sí, es el caso de Liliana Ledesma, que transcurrió en Salvador Mazza, Salta. Hace 17 años ocurrió ese crimen y todavía a Delfín Castedo no se lo sometió a un juicio. Iba a comenzar este año y se suspendió tres veces. Lo cual también habla de los procesos judiciales. Un juicio sobre un asesinato que sucedió hace 17 años es una justicia que llega extremedamente tarde, no es justicia. Pero esa familia para cerrar ese capítulo sangriento de su vida necesita un juicio. Necesita que haya un tribunal que le diga a Delfín Castedo lo que ya todos saben: que él mandó a asesinar a Liliana Ledesma. 17 años es mucho tiempo para un crimen tan atroz en una comunidad tan pequeña. La familia de Liliana Ledesma, a pesar de recibir muchísimas amenazas, decidió quedarse en su lugar. A Delfín Castedo lo llamaban “El Patrón del Norte”. Por eso en las comunidades muchas veces vimos mucho temor a hablar. Eso fue parte del proceso, cuidar a las personas que querían hablar.
-¿Creés que tanto el libro como el documental pueden ayudar a visibilizar todo lo que sucede en la frontera norte, incluidas estas injusticias?
-Sí, Fronteras es una manera de visibilizar todo esto. Estas comunidades tan ricas culturalmente pero tan coaccionadas en otros aspectos. Y no es justo. Finalmente, alguien está decidiendo por ellos.
♦ Nació en Santa Cruz. Es periodista especializada en noticias judiciales.
♦ Escribe en el diario Clarín y es columnista del programa Solo una vuelta más, de TN.
♦ Entre sus libros se cuentan Fronteras y Quién es Lázaro Baez. Es co-autora de Prisioneros. Relatos de la vida carcelaria y Poderosos. Entre la justicia y la política.