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En junio de 1985, se exhumaron los restos Josef Mengele, el llamado Ángel de la Muerte, en el cementerio de Embu, Brasil. Según informó la Policía Federal brasileña, el hallazgo puso fin a décadas de incertitud sobre el destino del infame médico nazi responsable de atroces experimentos en Auschwitz. La confirmación de la identidad de los restos se convirtió rápidamente en una noticia de impacto global.
Los investigadores emplearon una técnica innovadora de superposición de imágenes para verificar que el cráneo exhumado pertenecía a Mengele. Este procedimiento comparaba fotografías del criminal nazi con imágenes del cráneo, detectando coincidencias en áreas clave como los ojos, la boca, la nariz y la barbilla. A esta prueba se sumaron análisis adicionales realizados por equipos forenses.
El documental Tras las huellas de Mengele, de Tomás de Leone y Alejandro Venturini, revela el rol fundamental del Equipo Argentino de Antropología Forense en este hallazgo. De la mano del periodista Felipe Celesia (autor de La muerte es el olvido, la historia del prestigioso grupo de investigación), aquí se cuenta cómo y cuán determinante fue ese trabajo.
Con abundante material de archivo y testimonios muy emotivos (uno de ellos el de Lea Zajac, que sobrevivió a Auschwitz y a la Marcha de la Muerte de los nazis), la película es certera y empática con una tarea no siempre visibilizada, pero fundamental en la historia argentina contemporánea. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), fundado en 1984 con la participación del destacado antropólogo forense Clyde Snow, desempeñó un papel crucial en la identificación de desaparecidos durante la dictadura militar argentina.
Infobae Cultura con los directores de Tras las huellas de Mengele sobre la realización del documental
—¿Querías saber cómo surgió el documental y cómo Felipe Celesia se convirtió en protagonista y guía del relato?
Tomás de Leone: —Nosotros estábamos investigando sobre los nazis en Latinoamérica, especialmente en Chile, y su vínculo con los servicios de inteligencia durante la última dictadura. En ese contexto, nos llegó un dato interesante: en 1985, aparecieron unos restos en el sur de Brasil. Como en ese entonces no se podía hacer pruebas de ADN, se generó todo un circo mediático alrededor del hallazgo. Este hecho nos lo comentó Felipe Celesia, con quien ya habíamos trabajado en otros proyectos periodísticos. Ahí fue donde los caminos se cruzaron.
Felipe había escrito un libro sobre el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), y me contó que el caso Mengele había sido clave para la creación de ese equipo. Clyde Snow, un antropólogo forense, vino a Sudamérica a trabajar en la identificación de los desaparecidos de la última dictadura, y justo en ese contexto se dio el caso Mengele, que tuvo mucha repercusión. Nos dimos cuenta de que había una conexión interesante: el cuerpo de un médico sádico, como Mengele, contribuyó indirectamente al avance de la verdadera ciencia forense. Fue entonces cuando pensamos que había material para una película.
Alejandro Venturini: —Cada vez que se habla de nazis en Sudamérica, surge una especie de “película de espías” llena de mitos, rumores y clichés. Entonces, nos preguntamos si había algo nuevo que contar sobre un tema tan explorado. Nos atraía porque toca temas de poder, dinámicas sociales y cómo se construyen ciertos relatos, pero la duda era si podríamos aportar algo original. Este caso, en particular, nos llamó la atención porque, por un tiempo, toda la atención del mundo estuvo centrada en Sudamérica, con expertos viniendo de todas partes para investigarlo.
—En un primer momento, el trabajo de los antropólogos forenses se enfocaba en identificar a las víctimas, pero ¿cómo llegaron a aplicar esos métodos para identificar también a los perpetradores, como en el caso de Mengele?
AV: —Exacto, los antropólogos forenses estaban acostumbrados a trabajar del lado de las víctimas: personas que habían sido asesinadas por la violencia estatal, guerras, terrorismo o narcotráfico. El caso de Mengele, un símbolo del mal nazi, representaba algo muy distinto. Clyde Snow tenía claro que el trabajo iba más allá de Mengele, era por un bien mayor. Él lideró al equipo en la investigación, como el capitán de un grupo que buscaba justicia a través de la ciencia.
—¿Se podría considerar este documental un homenaje al equipo de antropólogos forenses y a la disciplina, dado que este caso impulsó su desarrollo?
TDL: —Sí, totalmente. Mengele es conocido por su maldad y sadismo en lugares como Auschwitz, pero hay una imagen falsa de él como un científico que producía conocimiento, lo cual es completamente erróneo. En la película, hablamos con expertos y todos coinciden en que no produjo ciencia real, solo crueldad. Por otro lado, los verdaderos científicos, que vinieron de diferentes partes del mundo y trabajaron juntos, aplicaron la ciencia genuina para resolver el caso. Esto destaca el verdadero valor de la ciencia y la colaboración. El documental sigue este enigma científico, que es el hilo conductor de toda la historia.
—¿Cómo fue el trabajo con el archivo para la película?
AV: —El proyecto dio un gran salto cuando obtuvimos el subsidio del instituto de cine y, más tarde, cuando Canal Brasil (parte de O Globo) se sumó. Gracias a eso, pudimos filmar en São Paulo durante casi tres semanas y, además, accedimos a un vasto archivo que ocupa casi un cuarto de la película. Este material de archivo había sido visto muy poco hasta ese momento y nunca se había organizado de esta manera en un documental. Ese acceso al archivo le dio un carácter único a la película y la elevó a otro nivel.
—¿En Brasil, como ocurre en Argentina, es un tema el refugio de nazis después de la segunda guerra mundial?
TDL: —En Brasil, el tema es menos evidente. Aunque Mengele no fue el único nazi que pasó por ahí, no quedó tan marcado en el imaginario colectivo como en Argentina. Tampoco hubo una conexión cultural tan fuerte como la que existía en Argentina después de la guerra, donde los nazis encontraron un ambiente más afín, especialmente en Buenos Aires y sus alrededores. Muchos nazis que llegaron a Brasil lo hicieron escapando de otros países como Argentina o Paraguay.
—¿El hallazgo del cuerpo de Mengele trajo algún tipo de justicia para las víctimas?
TDL: —En cierto sentido, sí. Aunque Mengele murió libre, nadando en una playa tropical, y parecía que no enfrentó consecuencias, su vida no fue tranquila. Sabemos que vivió atormentado por la paranoia y con problemas familiares, ya que incluso su familia se negó a mantenerlo económicamente. Sin embargo, en términos de justicia legal, nunca fue encarcelado. Lo que encontramos al hablar con los entrevistados es que su muerte ayudó a la ciencia, especialmente a la antropología forense, que ganó reconocimiento gracias a la investigación de su caso. Es una ironía del destino: su cuerpo terminó contribuyendo a la verdad y la justicia científica, mucho más de lo que él habría querido. De alguna manera, eso puede verse como una forma de “justicia”.
—¿Cómo fue cambiando la idea original del guion a medida que avanzaba la investigación?
AV: —Desde el inicio sabíamos que los restos encontrados eran de Mengele, pero quisimos plantear el documental como un enigma, revelando la verdad poco a poco. La estructura se centraba en mantener el suspenso, mostrando los avances científicos hasta llegar al veredicto final. Al mismo tiempo, Felipe seguía una línea más periodística, visitando los lugares donde Mengele había estado, investigando cómo vivió, cómo se movió de un lugar a otro, y por qué eligió ciertos pueblos pequeños con pocos servicios. Esa reconstrucción aportaba valor a la historia y a las imágenes.
Lo que no esperábamos fue el material que encontramos durante la investigación. Por ejemplo, en la universidad nos mostraron los anteojos, la camisa, el gorro y los huesos de Mengele, lo que nos impactó mucho. Cuando el profesor enseñaba, usaba los restos reales de Mengele, algo que la universidad justifica por su contribución a la ciencia, y la familia tampoco presentó objeciones. El hijo de Mengele solo cedió su material genético en 1992, cuando las pruebas de ADN ya eran posibles, confirmando sin margen de error que los restos eran de su padre, pero después de eso, no quiso involucrarse más con los restos ni las pertenencias.
—¿Han tenido la oportunidad de mostrar el documental?
TDL: —El documental se presentó en el Festival de Río de Janeiro el año pasado y ahora se estrenará en todo Brasil, ya que como parte de la coproducción cedimos los derechos para su plataforma y el Canal Brasil de O Globo. En Brasil, el interés principal ha venido de la comunidad judía, ya que el tema no está tan presente en la sociedad como en Argentina. Próximamente, la película se proyectará en festivales y universidades de la comunidad judía en Estados Unidos, donde ha encontrado más resonancia por razones evidentes. En Brasil, la presencia nazi no tiene el mismo peso que en Argentina, donde los nazis llegaron a ocupar cargos y a integrarse socialmente. En Brasil, muchos llegaron cuando ya estaban en declive, como el caso de Mengele.