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Hace unos días, Demetrio Gómez recogió el premio Arcoíris del Ministerio de Igualdad al activismo LGTBI interseccional y utilizó el micrófono que tenía delante -el físico y el simbólico- para reivindicar la necesidad de visibilizar a esta parte silenciada del colectivo y reconocer la doble discriminación que sufren.
Gómez es activista LGTBI y romaní, fundador de la primera federación de asociaciones juveniles gitanas (Jachivela) y la primera organización europea de jóvenes Rroma (FERYP). También preside la plataforma y asociación Ververipen, un espacio ideado para personas Rroma (gitanas) y no-Rroma que luchen por el respeto a la diversidad
Pregunta: Durante la entrega del premios, dijo que las personas LGTBI romaníes no son “ningún animal mitológico”, ¿por qué subrayó este hecho?
Respuesta: Es una frase que yo utilizo habitualmente cuando voy a dar charlas o voy a dar formaciones, y pues, simplemente porque en esa mentalidad que se está trabajando ahora con los temas de diversidad, entendemos la diversidad como compartimentos estancos, como algo estandarizado. Parece que si eres gitano no puedes ser maricón, si eres maricón no puedes ser gitano, si eres inmigrante, eres inmigrante. El punto de vista interseccional está perdido absolutamente. Y entonces, claro, dentro de la imaginación popular, el gitano se corresponde con esa imagen de macho hipersexualizado conservador, amante de la familia. Entonces, ese grupo de estereotipos parece ser que el hecho de ser LGTB no es algo que pueda entrar dentro del imaginario general. Por eso digo que no somos animales mitológicos, porque parece ser como que existe, pero que nadie los ha visto. Y nadie sabe exactamente qué es lo que pasa con ellos.
P: La sociedad mira a la comunidad gitana desde el estigma, en muchas ocasiones. Hay un discurso de odio profundamente inculcado hacia este grupo, y uno de los argumentos que lo sostienen es el conservadurismo y el arraigo de las tradiciones desde una visión peyorativa, de manera que se implanta la idea de que la comunidad es homófoba y rechaza a los miembros del colectivo. Usted mismo advertido que es una idea muy extendida que incluso los medios de comunicación perpetúan en muchas ocasiones. ¿Cómo se planta ante esta situación y esta visión prejuiciosa del mundo?
R: Es asignar una característica particular o una fobia particular a un grupo humano simplemente porque es un grupo humano distinto. Eso es racismo. Al final, la sociedad mayoritaria parece que es una sociedad de seres de luz, donde todo el mundo es hiper tolerante, donde no existe la LGTBfobia, donde no existe la discriminación por género, ni existe la violencia de género, y todo eso se descarga sobre las minorías. Es que las minorías son bárbaras, las minorías son machistas, las minorías son homófobas. Se descarga toda la mierda que tiene la propia sociedad mayoritaria sobre las minorías como algo excepcional. La sociedad gitana está formada por individuos, y los individuos son diversos y tenemos de todo.
P: ¿Cómo lucha contra este discurso que mantienen muchas personas dentro de la sociedad?
R: No tengo nada que demostrarle a la sociedad mayoritaria. Parece que a veces tengamos que pedir excusas por ser quienes somos y tengamos que demostrar y destruir los estereotipos adrede. Me refiero: yo trabajo con mi comunidad y trabajo con mi comunidad para que se empodere, para que sea visible y para que esté presente. Y a partir de ahí es cuando empiezan a variar las imágenes. A partir de que uno se empodera, sobre todo cuando uno ocupa espacios. El hecho de que hayan hecho el reconocimiento Arcoíris, por ejemplo, y me lo hayan dado a mí. Yo no soy nadie. Eso en realidad va hacia un colectivo de personas que nunca han estado reconocidas institucionalmente, que nunca aparecen en ninguna parte, que parece que son el gran tabú desde dentro de la comunidad en algunos sitios, y también como algo imaginario desde la sociedad mayoritaria. Esto es una cuestión de ocupar espacios, esto es política y esto significa ser ciudadano y significa estar presente en los lugares donde tienes que estar presente. Y es así como se cambian las cosas, porque hacer campañitas y montar historias para ser tolerante y no sé cuántos. pues mira, no, porque al final, si no estamos en los sitios donde se toman las decisiones, seguimos estando igual.
P: Hablando de empoderamiento y de reconocimiento, ¿por qué es importante alzar la voz y dar visibilidad al colectivo, y hacerlo desde dentro de la cultura romaní?
R: Es obvio. Cómo va a venir alguien de fuera a decir lo que a nosotros nos ocurre. Ese privilegio que tienen los hombres blancos y las mujeres blancas de decidir, de hablar sobre todo y de además explicarnos a las minorías cómo tenemos que luchar cuando nos hemos pasado de reivindicación, dónde nos tenemos que colocar, etcétera, etcétera. Ya está bien. No somos animales domesticados de nadie.
P: Hablas de que alguien externo y ajeno viene a decir cómo os tenéis que sentir, os infantiliza.
R: Es sencillo. Es como si a una mujer feminista le llega un señor a explicarle cómo tiene que organizar su lucha feminista. Eso se llama mansplaining. Pues cuando los blancos lo hacéis con las minorías, se llama whitesplaining y es exactamente lo mismo. Entonces, qué sentido tiene que en una reunión de gitanos o en una situación relativa con los gitanos, con las personas romaníes, venga un payo a darnos las explicaciones como especialista sobre lo que tenemos que hacer. Es absurdo. Es que es muy sencillo, si aplicas los principios del feminismo como minoría y cambias lo de mujer por gitano, por negro, por chino, por lo que a ti te dé la gana, tienes exactamente el resultado.
P: ¿Se ha topado con personas que dan lecciones de lo que no son?
R: En muchísimas ocasiones, y en las redes sociales todos los días. Señores blancos y señoras blancas que van de progres por la vida, que se dedican a explicarle a las minorías, desde un paternalismo pasmoso, cómo deben de luchar, qué tienen que luchar y hasta qué punto. Porque claro, en el momento en el que la gente empieza a sentirse incómoda, es que nos hemos pasado de reivindicación.
P: Buena parte del activismo que lleva a cabo consiste en dar luz y visibilidad al colectivo, hay miles de voces que hablan de lo necesario que son los referentes para poder mirarse en otros y para verse a uno mismo, ¿usted tuvo referentes?
R: Tengo los referentes de la lucha LGTB de los años 70 y 80, que no es la lucha mainstream, no es la lucha oficial, sino de la gente que estaba al margen, que se organizaba por barrios, que se organizaba en okupas, punkis, etcétera. Era la gente que estaba dando una reacción contestataria mientras la gente estaba por ahí predicando lo del matrimonio igualitario y lo de adoptar y no tomar lácteos, ir al gimnasio y convertirse en una familia media burguesa. Frente a eso, había otros movimientos, y esos movimientos son los que a mí verdaderamente me interesan y son los que yo nombro. Yo nombro a Sejo Carrascosa con la Radical Gai, yo nombro a Paco Vidarte con Etica Marica. Yo nombro a Nazario, que es el rey del underground en Barcelona. Esos son mis referentes en cuanto a la lucha LGTB. Y luego, cuando tengo que hablar de referentes gitanos, tengo que hablar de toda una memoria histórica LGTB romaní, que no está reconocida, que apenas ahora empieza a investigarse. Parece como que el fenómeno LGTB es una cosa de modernidades o una cosa de contemporaneidad, cuando es algo humano que ha existido desde siempre. Entonces, desde Tamara, ‘La Gitana’, que fue la primera mujer gitana trans que aparece públicamente, y además en un documental del año 83, que es vital e importantísimo. Tenemos a la tía Myriam Amaya, que participó en el año 77 dentro de la primera manifestación LGTB que hubo en España, cuando todavía era ilegal ser LGTB. O sea, que tenemos a un montón de gente que forma parte de esa memoria colectiva, que forma parte de esa lucha y que nunca se le ha reconocido o nunca se ha destacado su papel o su historia siendo gitanos y gitanas.
P: Es una memoria olvidada.
R: Es algo que estamos intentando hacer desde Ververipen. Por ejemplo, una de las cosas que hacemos es tratar de crear una nueva iconografía actualizada, porque nosotros somos un grupo transincluyente antifascista, partiendo de la teoría queer. Entonces, lógicamente, esas imágenes de siglos pasados con trajes como tradicionales o cosas así, una cosa muy rancia. Esas cosas tenemos que empezar a variarlas, porque si no parece que somos una población fósil. Entonces, hay toda una iconografía que se está creando con el tema LGTB, con el tema antifascista, con el tema trans, etcétera, porque la gente necesita tener esas iconografías y esos símbolos. Por otro lado, lo que estamos haciendo también es recuperar memoria histórica y para eso estamos rescatando esas figuras como Tamara, ‘La Gitana’, como ‘La Zimbra’, que fue una cantaora transexual, sobre todo en la época del franquismo y que estuvo conviviendo perfectamente o como otra mucha gente que está por ahí y que ha tenido sus luchas particulares.
P: Hay un velo de la cultura más mayoritaria, más hegemónica, que impide ver a todos estos artistas y estas expresiones.
R: Tenemos el velo de la invisibilidad porque no tenemos acceso a lo que sería un circuito normalizado. Cuando publicamos, cuando hacemos algo, siempre se nos restringe dentro de un cajón. Ese es uno de los velos. Y el otro velo, que es quizás el más importante, es el que nosotros mismos nos hemos puesto inconscientemente por la educación que recibimos. A nosotros nos educan desde que somos pequeños a que un gitano no puede ser un intelectual, no puede ser un creativo. Un gitano tiene que ser otra cosa. Entonces, si ni siquiera te lo planteas, cómo se te va a ocurrir que existe o que lo puedes investigar.
P: En las redes sociales también hablas de la discriminación estructural y la discriminación interseccional.
R: Cuando tú eres Rroma y creces en la comunidad, tienes una fuerte presión social con la influencia de los cultos, o sea, de la iglesia evangélica. Y con todo esto, hay una mentalidad bastante conservadora y reaccionaria en algunos sectores, aunque no es algo de toda la población, tenemos también historias positivas. Pero tenemos una parte de la población que es extremadamente conservadora y que rechaza a las personas LGTB. Eso provoca que muchas veces algunas personas LGTB, por su mala experiencia con su familia, acaben teniendo un antigitanismo interiorizado y acaben saliendo fuera del grupo y no teniendo más contactos, incluso teniendo un concepto muy reaccionario de la propia cultura romaní. Muchas veces ocurre que, al no encontrar tu espacio dentro de la comunidad, piensas que quizás las personas LGTB o las organizaciones LGTB te van a acoger, pero el antigitanismo muchas veces es mucho más poderoso que el pertenecer al propio colectivo. Con lo cual, nos encontramos que en algunas ocasiones tenemos historias positivas de aceptación dentro de la comunidad y negativas de antigitanismo con maricones blancos.
P: Formar parte del colectivo no te exime de rechazar a otros miembros del colectivo.
R: Efectivamente. Entonces, eso hay que tenerlo también en consideración. Muchas veces nos hemos tropezado a nivel personal con experiencias de rechazo, y a nivel de organización y a nivel de administración también. Porque nosotros no estamos participando dentro de las organizaciones LGTB que están en marcha, que son mucho más poderosas, que tienen mucho más dinero. No nos conceden tampoco espacios para poder trabajar en igualdad. Es que llega un momento en el se hacen políticas estándar para hombres blancos, católicos o de origen católico, occidentales y urbanos. Entonces, ese tipo de política deja aparte, pues, a todos los gays que no son normativos, lesbianas y transexuales, que son rurales, que pertenecen a la pobreza, que pertenecen a otro grupo étnico, que son refugiados, asilados, etcétera. Eso da lugar luego a que surja esa rama que llamamos homonacionalismo, que serían las versiones fachas de pensamientos reivindicativos.
P: ¿Cree que ahora las nuevas generaciones pueden encontrar a más referentes para dar el paso y ser ellas mismas sin miedo a que no les acepten?
R: Por un lado, estamos con una legislación y una sociedad que creo que en líneas generales es bastante más tolerante y acepta mejor la diversidad en líneas generales. Ojo, no lancemos campanas al vuelo. Entonces, eso hace que también la gente más joven, esa generación Z gitana, también se desarrolle más libre en este sentido. Y que las cosas en un momento determinado sean más aceptadas en algunos sectores. En los sectores conservadores, muy ligados a la Iglesia evangélica, no vamos a encontrarnos con esa apertura. Pero sí que, en líneas generales, en los gitanos de a pie, gente media que trabaja, que es la mayoría, sí que está habiendo un proceso en el cual se van asumiendo cosas. El único problema que tienen, o que tenemos, es que en ocasiones la falta de una referencia de pensamiento, ya no de persona, sino de pensamiento LGTB romaní, el deconstruirnos también nosotros para entender dónde está el patriarcado y qué cosas son étnicas y qué cosas tienen que ver con el patriarcado. Es una labor que la generación Z que tenemos ahora tiene que empezar a plantearse, porque empiezan a tener un proceso en el cual se encuentran un poco en mitad de la nada. Entonces, no son payos, no son gachós, son gitanos, pero son maricones. Y resulta que como maricones no tienen una referencia de comportamiento o una referencia de ser. Entonces, lo que ocurre es que, en ocasiones, por miedo a la deconstrucción, por miedo a que uno mismo se considera menos gitano que el resto, a veces se cogen posturas en algunos jóvenes un tanto conservadoras con respecto a lo que sería la relación, y acaban confundiendo el amor romántico como si fuera una especie de señal o símbolo étnico de lo que significa ser gitano. Y es la falta de referentes y es el miedo a perder tu gitaneidad.