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Mientras que el narcotráfico ha sido un tema representado de muchas formas en el cine y la televisión, las películas que cuentan directamente las vidas y las circunstancias de las guerrillas han sido escasas.
Una excepción reciente es “Selva Roja”, la cinta del cineasta colombiano Juan José Lozano, una película híbrida entre animación y ficción, que muestra la intimidad y cotidianidad de Raúl Reyes, uno de los líderes del Secretariado de las Farc, en la “recta final” de esa guerrilla, y previo a su muerte en un operativo militar en 2008.
Para comprender cómo se ha representado históricamente la guerra en Colombia, desde la Silla Académica conversamos con Víctor Guerrero Apráez, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana y autor del libro “Guerras civiles colombianas. Negociación, regulación y memoria”, y hablamos con el director de la película.
En el video se resumen estas dos conversaciones, pero transcribimos la entrevista con el profesor Víctor porque tienen otras respuestas que no salieron en el video.
es La Silla Académica
es Víctor Guerrero
¿Está de acuerdo con la tesis de que el punto de vista de la guerrilla no se ha representado en el cine colombiano?
Lo que se puede observar con las guerras civiles de otros países es que hay una gran dificultad en todos los niveles (incluyendo el cinematográfico) para dar cuenta del fenómeno de la guerra civil o de lo que se conoce como conflicto armado interno.
En Colombia, de entrada existen problemas hasta para nombrar esa realidad. ¿En qué estamos? ¿Estamos en guerra interna, estamos en conflicto armado interno o estamos en guerra civil? Alrededor de eso se tejen disputas y se tejen intereses muy diversos que naturalmente terminan por afectar la representación cinematográfica.
Es muy interesante que Colombia, un país que ha tenido toda esa sucesión de guerras civiles, al menos doce de alcance nacional, tenga una Constitución como la actual y como la anterior, en donde la palabra “guerra civil” no existe como tal, ni siquiera la palabra “guerra interna”. También ha sido una directriz en algunos gobiernos. Por ejemplo, durante el Gobierno de Álvaro Uribe había una directiva presidencial en el sentido de que no podía hablarse de conflicto armado interno y menos aún de guerra civil.
Era una especie de disociación epistémica o de bipolaridad, como dirían hoy los jóvenes, en donde, por un lado, se tiene la realidad de la guerra, y por otro lado hay una imposibilidad de nombrarla. Se le llama con otros nombres, “guerra contra el terrorismo”, pero no se le nombra directamente.
En ese contexto diría que la representación del guerrillero, la representación del paramilitar, la representación del mismo Ejército, ha sido muy difícil y tangencial. Pensar esto permite indagar mejor qué es lo que se ha visibilizado y qué se ha invisibilizado del conflicto en el cine.
¿Y qué actores considera que se han visibilizado más del conflicto? Juan José Lozano, director de Selva Roja, hablaba del contraste entre la abundante representación del narcotráfico frente a una escasa representación de la guerrilla.
Sí, ese es un contraste muy pertinente que podemos analizar. En general ha habido una gran dificultad para hablar de la guerra en Colombia. Aunque partir de los años sesenta la cinematografía colombiana intenta algunas formas de representación de la guerra.
Irónicamente dos películas muy reveladoras de la época sobre el conflicto, dirigidas por Fernando Vallejo, “En la tormenta” y “Crónica Roja” fueron grabadas en México por la dificultad de hacerlas en Colombia. Son películas hechas en otro país, con actores, acentos y paisajes mexicanos. Eso ilustra muy bien las dificultades para representar este último ciclo de la guerra en los años 70 y 80.
A partir de esta dificultad en los años ochenta, lo que se va a producir es una híper visibilización de todo el fenómeno del narcotráfico con sus líderes y con una cierta una heroización de los criminales, un género que ha sido exitoso y explotado comercialmente incluso en series más recientes y todavía muy populares como “El patrón del mal” y “Los tres caínes”, donde el narcotráfico y su cultura se visibiliza hasta la náusea.
Pero mi interpretación es que esa situación termina invisibilizando la representación de la guerra como tal, que quedó relegada a noticias periodísticas o documentales más académicos. Es hasta los 90s y los 00s que salieron una serie de películas que se ocuparon de las problemáticas asociadas a la Guerra Civil, pero no de manera directa, sino tangencialmente.
¿Qué películas se le ocurren en esos casos?
Se me viene a la cabeza, por ejemplo, “La primera noche”, una película paisa donde se abarca el drama vital de una familia que es objeto de desplazamiento forzado, o “Los colores de la montaña”, que en su momento tuvo bastante difusión, que mira un poco el conflicto desde una mirada de hogar de la infancia, donde de alguna manera se menciona en el fenómeno paramilitar.
También hay películas que se trataron de pescar en río revuelto y hacer negocio con la temática de la guerra, como “Soñar no cuesta nada”, que ponía en escena todo el rollo de los soldados que descubren una guaca de las Farc y entran allí a apoderarse de su riqueza en medio de peripecias y aventuras.
Pero todas ellas se enfocan en aspectos humanos que se dan dentro de la dentro del conflicto armado, dentro de la violencia de la guerra civil. Pero no la guerra civil como tal, diríamos que se enfocan en sus personajes, en sus protagonistas y en sus acciones, pero no la guerra como fenómeno.
La poca representación existente de las guerrillas, como las biografías de Arturo Alape, de Tirofijo y Ricardo Palmera Simón, alias Simón Trinidad, fueron esfuerzos más bien aislados y marginales. En general se les dio un tratamiento caricaturesco y demonizante, si es que siquiera existía.
Es decir, que en medio de lo que significó la guerrilla, las guerrillas o la guerrilla de las FARC, hay un gran vacío de imaginario. No tenemos un referente que nos diga exactamente qué eran esos grupos. Y cuando se producen esos huecos negros de ausencia de imagen, pues se permite toda la demonización y toda la mistificación alrededor de ello, que es algo que va a influir mucho en no solamente preferencias electorales, sino en las actitudes políticas y de votación como la oposición a las negociaciones del Acuerdo de Paz.
Hay una tesis que afirma que esa falta de representación de la guerra en parte se da porque los acontecimientos aún están “muy frescos” en la memoria, y que para representarlos se requiere más distancia histórica. ¿Qué opina de esta idea?
Yo creo que tiene algo de cierto. Pero no creo que sea una tesis válida en términos psicológicos. No es que la brutalidad de la realidad que estamos viviendo nos impida acercarnos a ello. Creo que hay unas condiciones políticas donde la absolutización de la relación de adversario, de enemistad con la guerrilla vuelve muy difícil hacer un trabajo sobre eso.
Se sabía más de las guerrillas a través de las crónicas, de la visión de los medios europeos que de los propios medios colombianos en parte por la sospecha de complicidad o de colaboración estaban presentes. E históricamente hubo eventos que desmienten esa tesis, como la Guerra Civil española, donde fotógrafos como Frank Cappa lograron captar y visibilizar la crueldad de la guerra en su momento, sin distancia histórica.
Y si hablamos de la película, de “Selva Roja”, pues es una película que se produce a los 20 años del abatimiento de Raúl Reyes. Pero de esta película me parece interesante que tampoco se desarrolla en la selva colombiana, entonces la selva colombiana se vuelve casi un holograma, una cuestión técnica de photoshop, de computador, igualmente foránea como lo fue en las películas de Vallejo.
Entonces es muy interesante que las Farc de cierta manera actualicen su existencia iconográfica a través de una película hecha parcialmente en Suiza. Me parece la más diciente de las paradojas, aunque gracias a ella estaríamos por fin viendo lo que fueron, lo que son, lo que pudieron haber sido las Farc desde una película que no tiene un solo gramo de geografía material colombiana. Hay una desmaterialización en ese sentido que me parece muy interesante.
Seis años después del acuerdo de las FARC, es posible que con esa distancia temporal y con esa extinción de las Farc como grupo guerrillero, que pueda surgir o esté surgiendo una tendencia en donde va a haber una representación de todo lo que ellos fueron o no fueron, o trataron de ser o fracasaron en lograr.
¿Qué efectos políticos cree que han tenido estas ausencias y presencias excesivas en la forma de mostrar el conflicto?
La forma en la que se ha representado el conflicto es una estrategia de negar la realidad. La vimos mucho en Colombia durante los ocho años del uribismo y durante los cuatro años de su sucesor. Tiene como propósito, en último término, la permanencia de lo que está ocurriendo. Entonces al negar el conflicto armado, negar la guerra civil, el efecto es que nos mantenemos en guerra.
Por tanto diríamos que la ausencia de imagen contribuye a ese desconocimiento, a ese vacío. Y es un vacío muy complicado y peligroso, porque permite la producción y la manufacturación de todo tipo de falacias, distorsiones y demonizaciones.
El cambio que de cierta manera se da el gobierno de Santos, es que reconozcamos que aquí hay una situación de conflicto armado y de confrontación bélica. Entonces, si eso se reconoce, pues hay que ponerle término. Si no se reconoce, pues se sigue en ello. Los problemas políticos comienzan desde la representación, y por eso no se puede desconectar del todo la historia del cine colombiano, de la forma en que sus ángulos narrativos y omisiones se plantearon, con la historia misma del conflicto en nuestro país.
Guerra civil, Derechos humanos, Privatización de la seguridad
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