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‘El prodigio’: el poder de la música y la solidaridad – El Tiempo

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Lambert Wilson (derecha) y Jules Benchetrit protagonizan esta historia inspiradora.
Cortesía Cine Colombia
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Un pequeño gesto es, a veces,lo que necesitan personas que están en márgenes opuestas del espectro social para cambiar su destino y superarse a sí mismas. Sobre esta premisa se sostiene la historia que nos ofrece El prodigio, la película del director francés Ludovic Bernard (Lupin), que llega el jueves a los cines del país de la mano de Cine Colombia.
La cinta narra la historia de Mathieu (Jules Benchetrit), un joven delincuente con un profundo amor por la música. Su vida empieza a cambiar cuando llama la atención de Pierre Geithner (Lambert Wilson), director del Conservatorio de Música de París, quien lo conoce tocando el piano en una estación de tren, decide seguirlo y rescatarlo en una redada policial cuando es detenido por un pequeño robo.
Pierre logra que la justicia cambie la condena de cárcel, la sustituya por servicios comunitarios y le ofrece al joven una formación musical con el objetivo de que participe en la competencia nacional de piano. Lo pone bajo la tutela de una rígida maestra, la ‘Condesa’ (Kristin Scott Thomas), quien le cambiará el rumbo de su vida. Bernard, en entrevista cedida por Cine Colombia, habla sobre sus motivaciones para contar esta historia, los personajes, el rodaje y la producción.
¿Cómo nació este proyecto?

La película nació de manera muy simple: mientras estaba en la estación de Bercy a punto de tomar el tren, escuché a un joven tocar el piano. Era un joven que, a primera vista, no poseía en absoluto los códigos de la música clásica, pero que tocaba divinamente bien un vals de Chopin. Fue un momento mágico, había poca gente a mi alrededor. Me subí al tren y escribí sobre el pasado y el futuro del joven, preguntándome cómo había aprendido a tocar tan bien. Este fue el punto de partida de mi película.
Fue un momento mágico, había poca gente a mi alrededor. Me subí al tren y escribí sobre el pasado y el futuro del joven, preguntándome cómo había aprendido a tocar tan bien
Hay en la cinta un acto de fe y una declaración de amor por la música clásica. ¿Es un arte que vive en usted?

Sí, completamente. Escucho mucha ópera y en particular La Tosca. También me gustan mucho las sinfonías de Mozart y a menudo escucho piano porque me encanta Chopin. Cuando trabajo en casa me gusta poner música clásica: me llena, me invade y me despierta emociones que no descubro en ningún otro lado. Cuando escribo los guiones defino la música adecuada y, a menudo, es instrumental porque busco la emoción más pura, la más intacta y la más fuerte. La música clásica me transporta, es otro personaje, tanto que se vuelve central y presente. Pero en el proceso de edición tuvimos que encontrar el equilibrio adecuado entre la partitura y la música interpretada en el piano. Esto fue un trabajo difícil. En las primeras versiones, la música estaba tan presente que abrumaba la película, hasta que logramos la dosis idónea.
(Siga leyendo: Historia de Aurora, la española que engendró ‘hija perfecta’ y la asesinó).
¿Podríamos decir que Mathieu no nació en el lugar correcto?

¡Exacto! Creo que la música clásica hoy en día es percibida como algo anticuado, sobre todo en los círculos populares y eso fue lo que me llamó la atención cuando escuché a este joven en la estación. Con esta película traté de actualizar la música clásica y mostrar que todos pueden conocer a Rachmaninoff, Mozart y otros. La música clásica se considera demasiado elitista, mientras que miles de canciones modernas se inspiran en ella. Debería ser popular.
Es muy difícil para Mathieu asumir su pasión por la música clásica.

Él es de la ciudad y ha tenido acceso a un piano, pero para sus amigos esto es motivo de burla. Muchos de estos jóvenes no tienen cercanía con la música clásica porque cierta presión social los empuja a amoldarse a la cultura dominante, a escuchar rap, por ejemplo. Es difícil asumirse en ese entorno. Si Mathieu hubiera elegido tocar la batería, lo habrían alentado, pero interpretar a Chopin les parecía ridículo.
El personaje de Pierre parece ver en Mathieu más que un pianista prodigio, ¿quizás a un hijo sustituto?

Trabajamos mucho en los personajes durante la escritura: no solo queríamos un personaje principal, sino tres. Quería componer un triángulo entre Mathieu, Pierre y la ‘Condesa’. Al final de la película estos tres se “salvan” entre sí, cada uno ayuda al otro y su vida puede recomenzar de otra manera. Por ejemplo, Pierre, quien tiene un pasado doloroso, se libera del peso que envenenaba su vida y se convierte en un hombre feliz. Lo mismo con Mathieu, quien aprende sobre el sentido del rigor y todo lo que necesita un gran concertista. Por su parte, la ‘Condesa’ logra comprender a este joven tan distante de ella, pero que posee esa alma extra que a ella le falta. Al confesarle su propio fracaso en la competencia, ella revela sus defectos y encuentra una humanidad que le permite conducirlos a todos al éxito.
Hay que estar muy bien acompañado para aprender a no temerle a la mirada de los demás, a entender que se tiene un don, a romper prejuicios
A través de esta historia usted habla de un don y de entrega…

En el guion inicial había mucho rechazo de parte de Mathieu: rechazo a los obstáculos, al trabajo y al rigor, a la confianza en sí mismo y en los demás. Mathieu es el tipo de joven que nunca se ha atrevido a levantar un dedo para recitar un poema y quien se sienta atrás en el salón de clase. Y hay que estar muy bien acompañado para aprender a no temerle a la mirada de los demás, a entender que se tiene un don, a romper prejuicios.
También es una historia sobre la importancia de la enseñanza…

Desde que escribí el personaje no quería que Pierre fuera un anciano, porque la enseñanza parece obvia cuando la diferencia de edad es significativa, es más complicada y sutil entre personajes con diferencia de edad menor. Para mí era importante borrar la evidencia visual. Como resultado, Mathieu puede oponerse y resistirse más libremente a los personajes interpretados por Lambert y Kristin. Cuando la ‘Condesa’ le dice a Pierre: “él se niega a trabajar, se niega a ser riguroso, hay otros alumnos que tienen tanto talento como él”, Pierre sabe que Mathieu tiene esa alma extraordinaria para convertirse en un virtuoso y que, en música, el trabajo es esencial pero no suficiente. Por eso le asegura a Mathieu: “La música está en ti y simplemente no puedes hacer otra cosa”.
Esto nos recuerda a ‘Billy Elliot’…

Es una inspiración. Pero En busca del destino fue sobre todo mi película de referencia cuando estábamos escribiendo. También es una película sobre la educación donde tres personajes se salvan, se ayudan. Lo que para mí fue evidente cuando vi en la estación a este joven tocando Chopin. El mundo de la música clásica y el de las ciudades están tan alejados que Mathieu tiene la suerte de encontrar a Pierre en su camino: inmediatamente detecta su increíble talento, se obsesiona con él y regresa a la estación en busca de su rastro.
(Lectura sugerida: Qué es la renuncia silenciosa y por qué puede ser buena para trabajadores).
También se evoca el dolor insondable de un duelo imposible.

Es una herida que no cicatriza, que la vida ha dejado abierta. Pero podemos tratar de curarla, de calmarla, comprometiéndonos en algo: entregarse de lleno a una pasión ayuda a curar los propios males. Y eso es lo que dice Pierre: “solo la música me mantiene vivo”. Por desgracia, su relación se está desmoronando y solo se sigue sosteniendo a través de la música. La ‘Condesa’ nos dice que Rachmaninov escribió varias sinfonías exitosas y después pasó por un periodo menos feliz del que luego salió, se las arregló para escribir este concierto de extraordinaria belleza: su música habla de alegría, miedo, depresión.
De hecho, Mathieu y Pierre tienen esto en común y trascienden su realidad –orígenes modestos con dificultades y el luto y la hostilidad en su relación con el otro– gracias a su fe en la música.

Me alegra mucho oír eso porque es exactamente lo que quería decir. Creo mucho en el autosacrificio, en tener éxito, en superarse a sí mismo. Eso es lo que trasciende a una persona. Soy una persona positiva y creo que alcanzas tus metas a través del esfuerzo, la constancia y la ambición. Empecé como aprendiz en la industria del cine, fui primer asistente y tuve la suerte de trabajar con grandes directores hasta que me las arreglé para hacer mis propias películas. Esta es mi convicción la que me habita y la que he transmitido a mis personajes. No tengo miedo de los buenos sentimientos, de las emociones; por ello para esta película solo quería benevolencia y en absoluto la de segundo grado que suele ir acompañada con cierta condescendencia hacia los personajes.
No puedo imaginar una película sin una historia de amor. Pero era importante acabar con los prejuicios
También es una muy bonita historia de amor.

No puedo imaginar una película sin una historia de amor. Pero era importante acabar con los prejuicios. Por eso quise invertir los clichés eligiendo a una Anna afrodescendiente con un entorno privilegiado. Esta pareja también nos recuerda a las teclas blancas y negras del piano. Tenía en mente este lado simbólico y el deseo de tener una visión opuesta a lo que solemos considerar diversidad.
(Puede interesarle: ‘El Menú’, la sátira a la élite del mundo gastronómico).
¿Cómo fue el ‘casting’?

Para encontrar a Mathieu, el proceso fue largo: al principio quería a alguien joven y un verdadero pianista. Encontramos como cincuenta jóvenes de 25 a 30 años que tocaban el piano, pero en los que no encontraba el alma extra que buscaba. Entonces la directora de casting, Nathalie Chéron, y yo decidimos cambiar el rango de edad: lo que me interesaba era encontrar un chico que ya no fuera un niño pero tampoco aún un adulto, nos parecía más conmovedor un adolescente mayor. No conseguimos un pianista pero cuando conocí a Jules Benchetrit lo encontré inmediatamente magnético.
Kristin Scott Thomas y Lambert Wilson asumieron los otros dos roles protagónicos.
Escribí pensando en Kristin Scott Thomas y en nadie más. ¡Y tuve suerte de que nos dijera que sí en cuatro días! Solo soñaba con ella: viví mucho tiempo en Inglaterra y me encanta el rigor de los ingleses, su forma de ser, y su capacidad de entrega. Ella tiene una profunda sensibilidad y supo encarnar a la perfección esa doble cara de la ‘Condesa’. También durante el trabajo de escritura pensé en Lambert Wilson. Tiene una humanidad inmensa y es un actor muy talentoso. Lo que hace en pantalla me dejaba asombrado. En particular destaco esa escena en la que le habla al oído a Mathieu cuando interpretaba a Liszt: logras sentirlo a flor de piel.
¿Dónde filmaron? Descubrimos una arquitectura que pocas veces vemos en las películas rodadas en París.

Rodamos principalmente en la Seine Musicale y en el conservatorio de Courbevoie. Pero el sitio más reconocible es la Seine Musicale, ubicado en Boulogne-Billancourt, en la isla Seguin. Es un lugar increíble: ¡todo se estudió para lograr un equilibrio acústico perfecto! Además, era importante mostrar otro París y no tener miedo en el romanticismo al rodar una escena de besos frente a Notre-Dame o en el Canal Saint-Martin. Cuando tenía 18 años, fui al Canal Saint-Martin como todos los jóvenes de esa edad. Cualquier cosa que sea agua y el reflejo del agua, es bastante romántica.
¿Cuáles fueron sus prioridades en la puesta en escena y en la iluminación?
Todo tenía que ser bonito y estético: me gusta airear los planos y uso muchas distancias focales amplias para tener los rostros de los actores muy presentes en la imagen teniendo un fondo importante. Es fundamental elegir personas competentes, hábiles e inspiradas: el director de fotografía, Thomas Hardmeier, ya ha trabajado con Jeunet y ganó un César, al igual que Philippe Chiffre, el diseñador de producción. Pero además era importante que Maryline Fitoussi en el vestuario, Thomas Hardmeier y Philippe Chiffre trabajaron juntos para que la película estuviera en armonía con mi visión. Quería una película a color dominada por el blanco y negro.
(Además: ‘El rock es más grande que cualquier opinión’: Marky Ramone).
¿Por qué quiso una música original para esta película?

Yo quería que acompañara las secuencias: trabajamos intensamente antes de obtener lo que buscaba, particularmente para la escena de la carrera donde Mathieu se une a la Sala Gaveau, y para la música de las escenas de Nueva York. Necesito emoción y para mí nunca es suficiente: la música tiene que desgarrar el alma. Hasta que no siento eso, no estoy satisfecho. La música debe moverse en el punto más alto. Algunas secuencias son lo suficientemente fuertes sin música, pero con una nota tensa, cambia todo y aumenta la emoción. Este es el talento de Harry Allouche, un joven compositor muy ingenioso. Por ejemplo, para la carrera final, quería muchos descansos: quería que la música tuviera un tempo más largo y luego se fuera frenéticamente cuando Mathieu corre y se precipita hacia su destino. Encontrar este ritmo sin olvidar nunca la emoción está en consonancia con mi escritura y mi propio universo musical. Incluso, los profanos son sensibles a la música clásica: todos quedamos atrapados por tres notas de Chopin que proporcionan una sensación de emoción infinita.
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REDACCIÓN DOMINGO (*)
EL TIEMPO
redacciondomingo@eltiempo.com

(*) Entrevista cedida por Cine Colombia
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