Por más de tres gobiernos y múltiples reformas laborales anunciadas, la situación de las mujeres en el mercado laboral colombiano sigue prácticamente igual. Esa es la conclusión central del más reciente informe de Corficolombiana, que analiza la brecha de género en el trabajo y revela que, en los últimos 18 años, no se han producido mejoras sustantivas en indicadores como participación laboral, empleo o tasas de desempleo femenino.
Según el documento, la tasa global de participación (TGP) de las mujeres en el primer trimestre de 2025 fue de apenas 53,2%, frente al 76,8% de los hombres, lo que implica una brecha de 23,6 puntos porcentuales y agrega que el desempleo también es estructuralmente más alto en la población femenina, con un rango del 13,9% frente al 8% de los hombres, una diferencia de casi seis puntos.
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Así mismo, sostienen que esta fotografía no es nueva y advierten que al comparar estos datos con los del pasado, queda sobre la mesa la estabilidad alarmante en la desigualdad de género, con fluctuaciones leves y sin señales claras de convergencia, incluso en años de bonanza económica o crecimiento del PIB, en los que la inserción femenina en el mercado laboral ha seguido condicionada por barreras invisibles y estructurales que van más allá de las diferencias en educación o experiencia.
“Entre esas barreras se destaca la sobrecarga de trabajo no remunerado, que sigue recayendo de forma desproporcionada sobre las mujeres. De acuerdo con las cifras presentadas, ellas dedican en promedio 4,3 horas más al día que los hombres a labores del hogar y de cuidado”, resaltaron.
Brecha de géneros
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Desde Corfi explicaron que esta división tradicional del trabajo, profundamente arraigada en normas culturales, impide que millones de mujeres puedan siquiera intentar ingresar al mercado formal.
“De hecho, entre las mujeres que se encuentran fuera de la fuerza laboral, un 72% señala que se dedica a tareas del hogar, mientras que en los hombres esa proporción es apenas del 20%. Esta brecha no solo impide el acceso al trabajo formal, sino que restringe el desarrollo profesional, la autonomía económica y la movilidad social de buena parte de la población femenina”, dice el reporte.
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Incluso aquellas que logran insertarse en el mercado laboral enfrentan condiciones desiguales y en ese sentido señalaron que la brecha salarial promedio es del 7%, aun cuando mujeres y hombres tengan niveles similares de formación y experiencia. A esto se suma una fuerte segmentación ocupacional, que concentra a las mujeres en sectores como comercio, salud, administración pública o servicios personales, actividades que suelen estar entre las menos remuneradas y más informales.
“La doble jornada también es una constante. Según la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH), las mujeres trabajan casi seis horas menos en empleos remunerados por semana, pero su carga total de trabajo (al sumar el no remunerado) iguala o incluso supera la de los hombres. Este desequilibrio, que compromete el bienestar y limita el acceso a oportunidades, no ha cambiado significativamente en casi dos décadas”, informaron.
Brecha de género
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Retos regionales
Otro punto importante de este análisis es su desglose a nivel regional, en el que queda claro que el rezago de Colombia también es evidente y que el país combina la tasa de desempleo femenino más alta de América Latina con altos niveles de informalidad, una situación que no se replica con la misma intensidad en países como Brasil, México, Perú o Chile.
“Pese a algunos avances normativos, como la inclusión de medidas en la fallida reforma laboral presentada en 2023, Corficolombiana advierte que las políticas públicas y las dinámicas del mercado no han sido suficientes para cerrar las brechas existentes”, añadieron.
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Desde Corficolombiana fueron enfáticos en que “la falta de mecanismos eficaces para implementar dichas medidas, sumada a la alta informalidad y la escasa corresponsabilidad en las tareas del hogar, ha perpetuado un sistema que margina estructuralmente a las mujeres del desarrollo productivo”.
De esta forma concluyeron que que esta desigualdad no solo es una deuda social y de equidad, sino también un obstáculo económico, dado que reduce el ingreso de los hogares, debilita el consumo interno y desaprovecha el capital humano del país.
“El hecho de que la brecha se haya mantenido virtualmente intacta por casi dos décadas refleja una inercia estructural que requiere algo más que reformas sectoriales. Se necesitan cambios culturales, institucionales y normativos de fondo para romper, por fin, el ciclo de exclusión”, manifestaron.
