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La vida de David y Lisanne Pahler cambió para siempre el 24 de abril de 1980 con el nacimiento de su hija, Elyse Marie Pahler, en Arroyo Grande, California. Desde el primer instante, la nena se convirtió en el centro del universo familiar. Los Pahler eran profundamente religiosos y le inculcaron a la chica los valores y principios del cristianismo.
Así, Elyse creció en un ambiente colmado de enseñanzas cristianas. David y Lisanne, comprometidos con su fe, llevaron a su hija a la iglesia regularmente. En el templo, participaban en actividades comunitarias y rezaban juntos cada noche. En su pequeño círculo social, Elyse era conocida por su sonrisa luminosa y su espíritu amable.
Su infancia transcurrió en una tranquila calma que presagiaba los turbulentos eventos que estaban por venir. La familia Pahler disfrutaba de una vida sencilla en su comunidad, lejos de imaginar que su existencia se vería destrozada de manera tan brutal. Elyse comenzó su educación secundaria en la Arroyo Grande High School, un lugar donde se esperaba que siguiera brillando con la misma luz que había iluminado sus primeros años de vida.
Sin embargo, la tranquilidad de la vida cotidiana de los Pahler se desvaneció en un instante. Apenas iniciado el nuevo año escolar, Elyse desapareció sin dejar rastro el 22 de julio de 1995. A sus quince años, la joven se convirtió en la protagonista de una de las historias más sombrías de Arroyo Grande, la pequeña comunidad de California.
Ese día del fin del verano en Estados Unidos, Elyse no regresó a casa, y sus padres reportaron su desaparición a la policía. La comunidad de Arroyo Grande, un lugar donde todos se conocían y confiaban unos en otros, quedó sumida en el desconcierto. ¿Dónde podría estar Elyse? ¿Quién se la habría llevado? Las preguntas sin respuesta llenaban el aire, mientras las autoridades iniciaban una búsqueda desesperada.
Vecinos y amigos se unieron a la familia Pahler en vigilias y búsquedas organizadas. Las patrullas ciudadanas recorrían cada rincón del pueblo y sus alrededores. Las oraciones por su regreso sana y salva se convirtieron en una constante, pero con cada día que pasaba sin noticias, la desesperación crecía.
El caso de Elyse se enfrió rápidamente. A pesar de los esfuerzos de la policía y la comunidad, no se encontraron pistas sobre su paradero. Sus padres, aferrados a su fe, continuaron con los rezos en busca de un milagro. La imagen de Elyse, con su cabello rubio y ojos azules, decoraba carteles de personas desaparecidas, pero el misterio permanecía sin resolverse.
Pasaron 8 meses sin ningún avance en la investigación. La vida en Arroyo Grande continuaba, pero para los Pahler, cada día sin Elyse era una eternidad. La comunidad, aunque solidaria, comenzaba a perder la esperanza. Parecía que la joven se había desvanecido en el aire.
Entonces, Royce Casey, de 17 años, se presentó ante la policía con una confesión estremecedora. Su conversión reciente al cristianismo lo había impulsado a admitir su participación en el femiidio de Elyse Pahler. La confesión del joven no solo rompió el silencio en el que había caído el caso, sino que también reveló los oscuros y perturbadores detalles de una tragedia que nadie podría haber imaginado.
Según Casey, el asesinato se cometió como un “sacrificio al diablo” para darle a su recién formada banda de metal la “locura” necesaria para triunfar. “Eligieron a Elyse, una virgen rubia y de ojos azules, porque vieron esas características y pensaron que eso la convertiría en el pecado máximo contra Dios”, afirmó el fiscal que investigó el crimen.
Casey llevó a la policía hasta un monte de eucaliptos al sur de la casa de los Pahler, a tan solo 400 metros de distancia. Allí, entre los árboles, encontraron los restos parcialmente momificados de Elyse.
La confesión de Royce Casey marcó el inicio de una serie de eventos que llevaron al arresto de los tres adolescentes implicados en el brutal asesinato de Elyse Pahler. Jacob Delashmutt y Joseph Fiorella, quienes habían participado activamente en el asesinato, fueron rápidamente detenidos tras la declaración de Casey. Las acusaciones que enfrentaron fueron múltiples y graves: asesinato, violación, tortura y conspiración, así como asociación delictiva.
Las primeras audiencias revelaron detalles escalofriantes del crimen, basados en las confesiones y declaraciones de los implicados. Según Casey, Fiorella y Delashmutt habían planeado el asesinato durante semanas. Los jóvenes acecharon a Elyse y buscaron el momento adecuado para actuar. La promesa de drogas fue el señuelo que utilizaron para atraerla al bosque, donde finalmente llevaron a cabo su macabro plan.
Mientras Elyse se desangraba, los tres atacantes golpearon y patearon su cuerpo, ignorándola mientras ella oraba a Dios pidiendo ayuda y llamaba a su madre. Lentamente, bajo la mirada de sus asesinos, Elyse se desangró hasta morir por sus doce puñaladas. Su tortura no terminó con su muerte, ya que la policía determinó, a través de la posición de su cuerpo, que uno de los atacantes violó el cadáver.
Durante los interrogatorios, los tres adolescentes ofrecieron versiones ligeramente diferentes de los hechos, pero coincidieron en los elementos centrales del crimen. La confesión de Casey fue la más detallada, probablemente en un intento de obtener una sentencia más leve al colaborar con las autoridades. Casey describió cómo Delashmutt había comenzado el ataque estrangulando a Elyse con un cinturón, mientras Fiorella la apuñalaba repetidamente con un cuchillo de caza. Casey y Delashmutt se turnaron para infligir las heridas fatales, mientras Elyse agonizaba y suplicaba por su vida.
El juicio fue un proceso desgarrador para la familia Pahler y la comunidad de Arroyo Grande. Los detalles del asesinato, revelados en la Corte, mostraron un nivel de violencia y sadismo que era difícil de comprender. Los fiscales presentaron pruebas contundentes de la planificación premeditada del crimen y del intento de los adolescentes de justificar sus acciones como un “sacrificio al diablo” para beneficiar a su banda de metal.
Jacob Delashmutt, al igual que Casey, se declaró culpable de asesinato en primer grado y recibió una sentencia de cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional después de veintiséis años. Delashmutt intentó minimizar su papel, pero las pruebas presentadas en el juicio mostraron claramente su participación activa en el asesinato y en los actos de necrofilia posteriores.
Joseph Fiorella, identificado como el autor intelectual del plan, alcanzó un acuerdo de culpabilidad que resultó en una sentencia similar a la de Delashmutt: cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional después de veintiséis años.
La madre de Elyse, Lisanne, expresó su desesperación durante el juicio. La mujer recordó a su hija como una joven vibrante y llena de vida, cuyas esperanzas y sueños fueron brutalmente truncados. David Pahler, el padre de Elyse, habló en nombre de su hija en la Corte.
La comunidad de Arroyo Grande, conmocionada por los eventos, se unió en solidaridad con la familia Pahler. La iglesia local celebró vigilias y servicios en memoria de Elyse, mientras los residentes buscaban formas de apoyar a la familia en su duelo.
David y Lisanne Pahler, devastados por la pérdida de su hija, enfocaron su dolor y frustración en una fuente que consideraban parcialmente culpable: la banda de thrash metal Slayer. Estaban convencidos de que las letras de ese grupo habían influido en los adolescentes a cometer el crimen.
En 1996, los Pahler presentaron una demanda contra Slayer. En el escrito argumentaban que las canciones de la banda, en particular “Postmortem” y “Dead Skin Mask”, proporcionaban instrucciones detalladas para “acechar, violar, torturar, asesinar y cometer actos de necrofilia”. La demanda afirmaba que la música de Slayer había sido un catalizador crucial en la formación del plan homicida de los jóvenes.
La demanda, sin embargo, fue retrasada hasta que los juicios de los asesinos concluyeron en el año 2000. Finalmente, el juez desestimó el caso. El magistrado argumentó que no existía una base legal que permitiera responsabilizar a Slayer por la muerte de Elyse. “No hay una posición legal que pueda sostener que esta bandar sea responsable de la muerte de la joven”, declaró el juez. Lejos de rendirse, los Pahler presentaron una segunda demanda, esta vez acusaron a Slayer de “distribuir material nocivo a menores” a sabiendas. Esta nueva demanda también fue desestimada.
En medio del frenesí legal, uno de los asesinos, Jacob Delashmutt, ofreció su perspectiva sobre el asunto en una entrevista. “La música es destructiva – admitió, desde la cárcel-, pero no es la razón por la que Elyse fue asesinada. Fue asesinada porque Joe [Fiorella] estaba obsesionado con ella y con la idea de matarla”.
Con los tres asesinos de Elyse Pahler tras las rejas, la justicia parecía haber hecho su trabajo. Pero la vida en prisión para Royce Casey, Jacob Delashmutt y Joseph Fiorella tomó caminos distintos, marcados por remordimientos, transformaciones personales y una continua lucha por la redención.
Royce Casey, el joven que había confesado el crimen y conducido a la policía hasta el cuerpo de Elyse, buscó redimirse desde el principio de su encarcelamiento. Durante su tiempo en prisión, Casey participó en programas de rehabilitación y educación.
En 2021, Casey se enfrentó a su audiencia de libertad condicional. Algunos miembros de la familia Pahler, incluido el padre de Elyse, asistieron y declararon que no se oponían a su liberación. Sin embargo, el gobernador Gavin Newsom denegó la solicitud. Un año después, un juez de la corte superior revocó la decisión y le concedió la libertad condicional.
Jacob Delashmutt, por su parte, también intentó encontrar un camino hacia la rehabilitación. Aunque menos prominente en los reportes sobre su conducta en prisión, Delashmutt se declaró no culpable inicialmente, solo para cambiar su declaración y aceptar su responsabilidad en el asesinato. Recibió una sentencia de cadena perpetua con la posibilidad de libertad condicional después de veintiséis años. Hasta el momento, cumple su condena en la Correctional Training Facility en California.
Joseph Fiorella, el más joven y considerado el autor intelectual del asesinato, también fue sentenciado a cadena perpetua. Las declaraciones de su madre y amigos durante el juicio pintaron una imagen de un joven profundamente perturbado, cuya fascinación con la violencia y el satanismo culminó en la tragedia que sacudió a Arroyo Grande.