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La película bárbara que nadie ha visto – El Espectador

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Un poeta considerado padre del renacimiento del griego moderno, Constantino Cavafis; un premio Nobel de literatura sudafricano (2003), J. M. Coetzee; un director de cine colombiano nominado al Óscar, Ciro Guerra; un astro del cine hollywoodense, Johnny Depp. Estos son los elementos del silencio en torno de la película “Esperando a los bárbaros”.
Al comienzo del XX, Cavafis escribió su poema del mismo nombre. En 1980, Coetzee publicó su novela homónima, cuando a Guerra le faltaba un año para nacer. En 2018, este terminó su película también homónima, donde actúa severamente Deep. Versos, ficción y cinta están conectados, no solo por la obviedad del título, sino por torrentes subterráneos.
De no ser porque el director cinematográfico es compatriota nuestro, esta historia sería una distante obra literaria con orígenes en latitudes exóticas e imperios deshechos. Se oyeron versiones sobre directores que le habrían solicitado en vano al novelista su aceptación para llevarla al cine. Hasta que el Nobel le dio el sí al colombiano y Coetzee fue también guionista.
Luego de su estreno en el Festival de Cine de Venecia, en septiembre de 2019, y de inaugurar el de Cartagena en marzo de 2020, estalló la pandemia del Covid y cayó sobre la cinta el silencio. Se la llevó el virus, al menos en Colombia, a pesar de sus pergaminos.
La pandemia no fue lo único que estalló. A mediados de 2020, Guerra fue acusado de acoso sexual y Depp afrontó juicio por violencia doméstica. ¿Es dable descartar que esta sorprendente confluencia de cargos contra las dos figuras haya perjudicado la circulación del filme? Es posible que no.
Las diferencias entre la novela base y la película son notables. La primera está construida sobre dos ejes; la crueldad de un imperio colonial contra los bárbaros o primitivos habitantes y la vacilación de un viejo magistrado de ese imperio entre la lealtad a su oficio y su amor otoñal hacia una bella lugareña torturada por militares.
La cinta hace énfasis en lo político, en la tragedia de los nativos encadenados hasta el desangre. Relega a las sombras las lamentaciones del funcionario que en la novela se queda dormido en el momento cercano a la consumación: “me parece apropiado que si un hombre no sabe qué hacer con la mujer que tiene en el lecho, tampoco sepa qué escribir”.
La literatura supera los bríos de la imagen. ¿Cómo ilustrar en pantalla la metafísica del magistrado en la novela?: “El Imperio ha creado el tiempo de la historia. Ha instalado su existencia… en el entrecortado tiempo del encumbramiento y la caída, del principio y el fin, de la catástrofe. Se condena a sí mismo a vivir en la historia y a conspirar contra la historia. Tan solo un pensamiento preocupa a la sumergida mente del Imperio: cómo no terminar, cómo no morir, cómo prolongar su era”.
Si los colombianos pudieran ver la película, se lanzarían a la novela y esta los llevaría al poema de Cavafis: “Y ahora, ¿qué destino será el nuestro, sin Bárbaros? / Esa gente era al menos una solución”.
arturoguerreror@gmail.com

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