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Este martes sube la persiana la taberna de Pablo Iglesias en Madrid. La noticia trascendió el jueves -en La Vanguardia– y lo que ha ocurrido a continuación sorprende a casi nadie, dado el acoso al que se ha sometido al exvicepresidente del Gobierno y exsecretario general de Podemos hasta en su propio domicilio en repetidas ocasiones. También a su pareja, la exministra Irene Montero, y sus hijos. Este lunes, a unas horas de la apertura, la fachada del establecimiento está llena de pintadas, no sin faltas de ortografía. Más en broma que en serio parece, pero pintadas al fin y al cabo, piden la retirada de un cóctel que figura en la carta: el Durruti Dry Martini, en referencia al dirigente anarquista.
Se llama Taberna Garibaldi y está en Lavapiés. Poner la dirección se mueve entre la información útil, la promoción o una llamada a sus menos fervientes admiradores, pero se encuentra en Google igualmente: se ubica en la calle Ave María 8. Será también escenario de encuentros culturales como conciertos en acústico o lecturas de poesía, y lugar también de movilización. Ya su recién estrenada cuenta en Twitter se encuentran vídeos de Canal Red, además de reacciones al propio acontecimiento de este martes, que no es otro que el estreno como empresario hostelero de quien lo fue casi todo en España, hoy profesor, presentador y colaborador en medios.
“Las tabernas son el último bastión de la libertad del proletariado”. Con esta frase, Iglesias confirmaba la noticia en redes sociales y justificaba su inesperada apuesta. Es también la leyenda escrita en la carta junto a una ilustración del filósofo marxista Karl Kautsky en la esquina inferior y otra del revolucionario italiano Giuseppe Garibaldi en la superior. Vecinos de la zona comparten su sorpresa por vivir frente, sobre o junto al local. Algunos sin demasiado entusiasmo, como la escritora Lucía Etxebarria, que ató a sus perros en la fachada, a riesgo de que hicieran allí sus necesidades. “Hipsterismo perroflautista a tope”, se queja.
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Fue el 16 de febrero cuando Iglesias dio de alta este negocio en el Registro Mercantil, con un patrimonio social de 3.100 euros, informó La Vanguardia. El exlíder morado ya había deslizado sus intenciones en alguna ocasión en Canal Red: “Vamos a montar un restaurante, un bar-restaurante. Vamos a montar un sitio donde podamos ir nosotros a tomar cervezas. Va a ser una cosa viejuna, donde podamos hacer los guisos que a nosotros nos gustan”, dijo. No se sabía si en serio, especuló con nombres como Red-Taurante, Chef Guevara o Unidas Comemos.
Los juegos de palabras son una de las señas de este lugar, que titula su oferta vegana con un “no me llame ternera”, en referencia al documental de Jordi Évole en el que entrevista al terrorista Josu Ternera. Leemos también un salmorejo partisano, enchiladas Viva Zapata o una tosta que lleva el nombre del local, Garibaldi. Para beber hay vinos, entre los que se encuentran chilenos y argentinos, cervezas españolas desde Donosti a Málaga y cócteles en los que el nombre tampoco ha quedado a la improvisación, como el Pasionaria Puerto de Valencia, Evita Martini, Fidel Mojito o Gramsci Negroni.
Las audaces reporteras Tisbe y Amy han acudido raudas a echarle un vistazo a la taberna de Pablo Iglesias, que desgraciadamente está al lado del Alfaro, que es donde me suelo tomar yo los cafeses .
Hipsterismo perroflautista a tope pic.twitter.com/5ztrD6XCTq— Lucia Etxebarria (@LaEtxebarria) March 15, 2024
Según el propio Iglesias a la agencia EFE, habrá una canción que hará saber a los clientes que la noche está a punto de terminar, para que apuren sus copas. Sonará el popular Bella Ciao, internacionalmente conocido como himno de resistencia antifascista.