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“Nos inventamos tradiciones en el presente para crear compromisos con el futuro” – El Espectador

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Si hablamos de memoria, pensamos en derechos humanos o, por ejemplo, en un artista que se relaciona con los archivos. Se habla mucho de recordar, pero a Manuel Correa, director de cine colombiano, le interesa la idea de poder olvidar, de poder decidir qué es importante y qué no es importante para almacenar como recuerdo.
Según él, para recordar se requieren recursos, así que desde hace unos años se pregunta de dónde viene este afán por recordarlo todo, si es que, además, la memoria casi siempre es compartida.
Decidir por la construcción de la memoria propia podría ser el comienzo, pero ¿qué pasa cuando hay que juntarla o coordinarla con la del otro? Si las memorias son importantes para entender conflictos, ¿cómo se decide qué pasó para intentar resolverlos o, por lo menos, comprenderlos?
Para Correa, el asunto de la memoria y, por poner orto ejemplo, el conflicto colombiano, tiene mucho que ver con lo que está en juego después de un acuerdo de paz, que más o menos proyecta un futuro con ciertas certezas. Lo que comienza a convertirse en duda es el pasado, que se transforma en un campo de experimentación donde se pretende decidir colectivamente qué ocurrió.
En esta entrevistal, el director de cine habló sobre la memoria y su película más reciente “Peñoncito”, que también se relaciona con este tema y fue rodada en México.
¿Cómo se llega a un relato común de lo que pasó si, justamente, la memoria de cada uno es tan distinta y se modifica según los actores, dolores y sucesos de cada situación? A veces parece estar sujeta a intereses…
Con esa pregunta recordé a Juan Esteban Ugarriza, quien escribió el libro Militares y guerrillas: la memoria histórica del conflicto armado en Colombia desde los archivos militares 1958-2016. Él lo cuenta como anécdota, pero a mí me parece muy profundo: en este libro, él recopiló historias de guerrilleros y de militares, y los dos grupos se sintieron muy ofendidos por compartir el mismo espacio. Y su descontento no era, ni siquiera, porque las historias no encajaron entre sí, sino por la proximidad contando esas memorias.
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Las memorias de un mismo hecho chocan. Ese consenso parece casi imposible de conseguir… ¿qué opina?
Por ejemplo, hablando del conflicto español, que es la Guerra Civil Española, no se puede hablar de varios lados o de distintos puntos de vista para intentar tenerlos a todos en cuenta: si te atreves a hacerlo, se te acusa de equidistancia, que es una forma de decir que te estás asociando con el poder, en este caso con la derecha, que hizo un golpe de Estado y mató a 500.000 españoles. De hecho, me parece mucho más difícil intentar hablar en esos términos en España que en Colombia. Y es que hay otro asunto: la derecha nunca admitió que se había equivocado, además de que pasaron 80 años con un solo discurso: a Franco nadie lo derrocó, Franco se murió. Así que, bueno, eso para ponerte el ejemplo y responderte que sí, la memoria es muy difícil de negociar, sobre todo si no puedes hablar y las perspectivas que hay no pueden convivir en un mismo espacio.
Sus exploraciones o, por lo menos, las más recientes, siempre aterrizan en el tema de la memoria, y entonces sobresale otro ángulo para analizar el tema. ¿Cómo llegó a México y terminó rodando “Peñoncito”?
Estaba editando La forma del presente (otra de sus películas) y vivía en México. No tenía forma ni tiempo para pedir recursos para Peñoncito, así que decidí que sería más fácil hacerla con amigos y con mis propios medios, con lo que pudiera conseguir, como quisiera y al ritmo que quisiera. Fue un lujo gigante, me divertí mucho, sobre todo porque mientras editaba una película sobre unas madres que luchaban por recordar a sus seres queridos, había un barrio en México llamado El Peñón de los Baños, que conocí gracias al antropólogo David Somellera, en donde me encontré con un desafío muy distinto: contar una historia partiendo del olvido. La gente no recordaba nada de lo que pasó o de lo había allí. O sea, cómo iba a contar una historia desde la nada (o la casi nada). Suena a lugar común decir que era un lugar olvidado, pero esa era la realidad.
¿Era un lugar olvidado porque no había nada que contara lo que había ocurrido? Libros, investigaciones, registros, películas…
Luis Aveleyra Arroyo de Anda hizo el único trabajo de este estilo. Fue el primer director del Instituto Nacional de Antropología en México. Y murió mientras estaba produciendo este libro, que luego tomó su sobrino y lo terminó: El Peñón de los Baños y la leyenda de Copil. Es casi imposible de conseguir. Yo logré encontrar una copia después de preguntar muchísimo, pero muchísimo. De resto, no hay nada más.
Hablemos de la mujer del Peñón, que fue este esqueleto que encontraron allí…
Esto es más curioso todavía: Facundo Rodríguez, uno de los personajes que aparecen en la película, se encontró, junto con su primo, un esqueleto muy completo en 1968. Lo único que pensaron fue que era un ser humano muy antiguo. La metieron en tuppers de comida, la llevaron al Museo de Antropología y la dejaron allá. En 2010, la profesora Silvia González, de la Universidad de Liverpool, fue a México a tomar muestras de ADN, pero del hombre de Tepexpan, que se pensaba que había vivido, supuestamente, antes de la congelación del estrecho de Bering. Es decir, ella no sabía del hallazgo de la mujer. Cuando llegó, un profesor le contó sobre otros esqueletos precerámicos (antes de que los humanos hicieran cerámicas), así que pidió más fondos para hacer pruebas. Resultó que la mujer del Peñón es el esqueleto del ser humano más antiguo de América que se haya encontrado: 13.000 años.
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Pasaron muchísimos años desde el hallazgo del esqueleto hasta que lo estudiaran para determinar su antigüedad…
Exacto. Y en ese espacio es donde se pierde la memoria. Facundo se encontró ese esqueleto en 1969 y solo se enteraron de que eso era muy importante en 2010. De hecho, a él nadie le dijo que eso que se había encontrado era tan valioso, sino hasta el momento en el que yo llegué a rodar. Los científicos nunca se lo dijeron. Asumía que era un ser humano muy antiguo, pero no tenía ni idea de que se había encontrado al más antiguo de todos los que se hayan hallado en América. Que gracias a eso se corroboró que los seres humanos no solamente llegaron por el estrecho de Bering, sino que antes habían llegado de otra manera.
Parece obvio, pero ¿por qué habría sido tan valioso contarle a Rodríguez sobre la importancia de su hallazgo?
Porque eso forma parte de la memoria del barrio, que, además, es muy simpático porque sus habitantes lo nombraron el Pueblo Peñón de los Barrios. Dicen que son un pueblo originario y que tienen su propia historia y costumbres. Y es que lo curioso es que claro que sí, tienen razón, pero sobre todo porque allí vivió el ser humano más antiguo de América. Qué hecho más concreto que ese para determinar que son especiales, distintos.
Usted cuenta que en la película hay actores para ciertas situaciones. Es decir, sí pasó todo lo que se ve ahí…
Sí, exacto. Es decir, el artista plástico venezolano es un amigo y lo pusimos a actuar, pero tenía un guion: todo lo que pasó ahí me pasó a mí. Casi que me interpretó a mí mientras investigué. Yo hablé con Facundo y fui al cementerio a buscar la tumba del primo, que no encontré por la razón que explica el sepulturero: hay demasiadas tumbas con los mismos nombres porque todo el mundo tiene los mismos cinco apellidos.
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Un barrio muy aislado…
Es que era una isla cuando todo México era un lago. Y este barrio conserva varias memorias del lago: se pescaba, había agricultura, etc. La memoria del barrio es la memoria del lago, que dejó de existir hace 100 años. La mujer del Peñón, por ejemplo, tuvo que llegar en alguna canoa o algo así. Sus aguas termales se consideraban medicinales, allá iban las personas a curarse. Ahora, el abandono estatal es absoluto. Tienen vestigios arqueólogos y joyas arquitectónicas valiosísimas, pero no hay nadie atendiendo eso. Es increíble. De hecho, cuando estaba rodando les contaba a mis amigos mexicanos lo que estaba haciendo y me preguntaban que eso dónde quedaba.
¿A cuánto queda el Peñón de los Baños del centro de Ciudad de México?
Veinte minutos. Es que mucho de lo que había en el barrio lo tumbaron para hacer el aeropuerto anterior, el Benito Juárez. La antena del aeropuerto está sobre el cerro, sobre el Peñoncito.
Sí, hay unas grabaciones muy graciosas en la película mientras se enfoca esta antena…
Es que lo que también queríamos era lograr una experiencia cinematográfica que fuese capaz de acercar las texturas y los sonidos del lugar a través de la imagen. Que las personas, al ver la película, se convirtieran en testigos secundarios de este lugar.
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Hay rituales espirituales que salen en la película con algunos guías que tenían vestuario especial y personas siguiéndolos, pero ¿son propios del barrio?
El primer día de la primavera hacen ese ritual que aparece allí, pero es nueva era.
¿En qué consiste un ritual nueva era?
Hay muchos rituales que se han olvidado, así que entran nuevos ritos. Es decir, si tú tienes un pasado que decides que es importante, ¿cómo vuelves a resucitarlo? Pues te lo inventas. Muchas de las cosas que nosotros consideramos tradicionales y tenemos muy asentadas son bastante recientes.
¿Se podría decir que tenemos una memoria cultural más bien corta? O sea, tenemos tradiciones que creemos muy antiguas, pero no es así…
Exacto. Es que nos inventamos tradiciones en el presente para crear compromisos con el futuro. Muchas tradiciones antiguas, por ejemplo, eran indígenas, y eso para los españoles era herejía, así que las desaparecieron. Cuando intentamos recuperarlas, lo que hacemos es inventárnoslas.
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Si en este barrio no había más investigaciones, bibliografía ni obras, ¿cómo hizo para basar sus preguntas y orientar su exploración para esta película?
Tuve que viajar a Inglaterra a entrevistar a la profesora Silvia González, quien fue la que determinó la edad del esqueleto que se encontraron. Después le pasé esa conversación a las personas del barrio. Ese material circuló entre ellos, puse en contacto a personas que querían saber más del tema, etc. Y este proyecto también tiene la intención de promover una idea que ya estaba en el aire cuando yo llegué, y es la construcción de un museo local. Este material les puede servir a ellos para más adelante.

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