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Unionistas soñó con la posibilidad de tumbar a todo un FC Barcelona en la Copa del Rey durante 69 minutos. Son los que tardó el equipo más laureado de la competición en ponerse (algo) serio, remontar el marcador y sentenciar una eliminatoria en la que fueron los salmantinos quienes empezaron mandando. Costó muchísimo que se diluyesen, porque el conjunto azulgrana sigue sembrando más dudas que otra cosa. Pero dos tantos muy reseñables, el de Koundé y, sobre todo, el de Balde, sellaron la clasificación para cuartos de los de Xavi y disiparon el susto en el cuerpo que llegó a generarles el rival. De inferior categoría, pero de competitividad superior en muchos compases (1-3).
Un arrebato de casta como el del lateral izquierdo barcelonés en el gol que lo dejó todo finiquitado era muy necesario. A nivel individual, Balde no está pasando por su mejor momento. De hecho, volvió a demostrarlo este mismo jueves, cuando también fue capaz de lo peor. Precisamente, cuando se produjo la mayor explosión de júbilo de Unionistas. Lo que Losada no pudo conseguir a los 50 segundos de choque lo consiguió Álvaro Gómez a la media hora. Un remate en solitario con sabor a obús tras un centro magistral por la izquierda dejó en paños menores a la defensa del Barça. Y ya empieza a ser costumbre.
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Pero Balde pudo redimirse ya en la segunda parte, con una carrera hasta el área en la que, casi sin ángulo, disparó con el alma para que, ayudado por el larguero, las vergüenzas del Barça quedasen mitigadas. Que no olvidadas: las prestaciones de los de la Ciudad Condal siguen distando mucho de ser las mejores y Unionistas, con todo el arrojo del que pudo hacer acopio, lo evidenció de nuevo.
El fútbol popular miraba de tú a tú al fútbol negocio, sin tapujos. Arriba, los jugadores locales le ponían el corazón a cada acometida. Atrás, echaban el cerrojo cuando tocaba, con su portero, Iván Martínez, erigiéndose en héroe. Ocurría lo de casi siempre en las filas azulgranas: mucha ostentación y poca definición. Esta última quedaba para el otro lado del campo, con un Rastrojo que mareaba a los Christensen y compañía en cuanto se daba ocasión. Una dinámica recurrente, a la par que peligrosa, cuando este Barça juega.
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La posesión le acabó dando réditos al Barça justo antes del descanso, cuando el plan de Unionistas (aguantar y salir a la contra con mordiente) se desmontó fatalmente: Ferran se quedó solo y no dudó a la hora de empatar. Poco más se sabría de unos y otros durante bastante rato cuando se retomó la acción. Lo de dormir los partidos hasta la extenuación, incluso para perjuicio propio, es otro clásico del Barça esta temporada.
Cuando parecía que Unionistas volvía a entonarse, llegó el trallazo de Koundé desde fuera del área para adelantar a los suyos. La reivindicación era igualmente necesaria para él. Aunque quizá habría que preguntarse si hay algún defensor culé que no la necesite. Después, prácticamente de forma consecutiva, apareció Balde. Y se acabó la historia.
Con la comodidad de verse dos tantos por delante, el Barça aún pudo aumentar la ventaja. A la par que perderla: las intervenciones de Iñaki Peña, con y sin urgencias de resultado, fueron capitales. “Hay que cerrar más las líneas”, concedía Koundé tras el pitido final. “Nos han hecho daño con ese gol (el primero)”, lamentaba Gómez en las filas del Unionistas. En el Reina Sofía, el guion fue el esperado. Aunque hubo más que celebrar, pese a lo que dictaminó el electrónico, para los de Primera RFEF. Algo que no habla nada bien de quienes salieron indemnes de Salamanca: el gris no se disipa y el tiempo sigue apremiando.