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Las elecciones en la principal potencia del planeta trascienden fronteras y marcan el pulso de la política global. Hoy, todas las miradas están puestas en el regreso de Donald Trump, que buscará tomarse revancha de lo ocurrido en 2020, una derrota que nunca aceptó públicamente y que desencadenó el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021.
Las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020 fueron las más reñidas desde la recordada disputa entre Al Gore y George W. Bush en 2000, cuando los resultados finales del escrutinio de Florida demoraron durante semanas la proclamación del ganador.
En 2020, frente al resultado finalmente adverso, Trump optó por no conceder la derrota y no participar de la ceremonia de asunción de su sucesor, Joe Biden. Desde su refugio, en su residencia de Mar-A-Lago, en Florida, prometió regresar.
Sin embargo, pocos días antes de abandonar la Casa Blanca, un hecho sin precedentes en la historia estadounidense empañó el final de su mandato. El 6 de enero de 2021, tras un encendido discurso de Donald Trump, sus seguidores asaltaron el Capitolio, en un intento por evitar la certificación de la victoria de Biden.
Esa sombra y los múltiples procesos judiciales en su contra no impidieron a Donald Trump cumplir su promesa de volver a presentar su candidatura de cara a las elecciones del próximo 5 de noviembre.
En estos tres años fuera del poder, Trump fue sometido a un juicio político en el Capitolio y debió comparecer en el banquillo de los acusados en distintos procesos judiciales.
Si bien los demócratas no lograron reunir la mayoría de los dos tercios necesaria en el Senado estadounidense, la figura del expresidente sigue dividiendo aguas en la sociedad norteamericana.
En la actual carrera presidencial, los estados de Michigan, Minnesota, Georgia y Colorado buscaron prohibir su nombre en las papeletas. La Suprema Corte de Colorado determinó su exclusión, amparándose en el artículo 14 de la Constitución, que prohíbe ocupar un cargo público federal a “cualquier persona que haya participado en una insurrección o rebelión”. La decisión fue apelada y será la Corte Suprema de EE. UU. la que tendrá la última palabra.
En el plano judicial, el fiscal especial Jack Smith acusó en junio del año pasado a Trump de 37 cargos, que incluyen violaciones a la Ley de Espionaje y obstrucción a la justicia, por haber conservado ilegalmente documentos clasificados en su residencia de Mar-A-Lago una vez fuera del poder. También pesan sobre las empresas del expresidente condenas por fraude y evasión fiscal.
A pesar de las complicaciones judiciales, Trump ya está en campaña y deberá superar las primarias del Partido Republicano. Un spot en Twitter fue su primer acto de campaña, con su histórico caballito de batalla: “Make America Great Again” (MAGA).
Las encuestas indican que, lejos de perjudicarlo, los procesos judiciales en su contra parecen fortalecer su figura entre las bases republicanas. Los sondeos hablan de una categórica preferencia por Trump, que llega al 62,7 % de la intención de voto dentro de esa formación política.
Con el gobernador de Florida, Ron De Santis, fuera de carrera luego de la derrota en las primarias de Iowa, la única rival que Trump tiene por delante es una vieja conocida suya: la actual congresista y exgobernadora de Carolina del Sur Nikki Haley, quien fue su embajadora ante Naciones Unidas entre 2017 y 2018.
De triunfar en las primarias y confirmarse su candidatura en la Convención Republicana del próximo mes de julio, Trump enfrentará en las elecciones de noviembre a un viejo conocido: el presidente Joe Biden.
Hoy, Trump parece estar sacando una luz de ventaja en estados considerados claves dentro del complejo sistema electoral estadounidense: Arizona, Michigan, Nevada, Pensilvania, Wisconsin, Georgia y Carolina del Norte.
Sin embargo, el proceso es largo y aún puede deparar muchas sorpresas. Faltan casi diez meses para el martes 5 de noviembre, cuando los ciudadanos de EE. UU. deberán dar su veredicto.